EPISTOLA DE SAN PABLO A LOS ATRIBULADOS
Y AFLIGIDOS
Pablo, apóstol de Jesucristo por
la voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a todos los atribulados y afligidos
de la Iglesia
de Dios, a vosotros gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor
Jesucristo (II
Cor.1, 1-2)
En mi interior tomé la decisión
de no ir otra vez con tristeza donde vosotros porque si yo os entristezco
¿quién podría alegrarme sino el que se ha entristecido por mi causa? Os escribí
en una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas, no para
entristeceros, sino para que conocierais el amor desbordante que sobre todo a
vosotros os tengo. (II Cor. 2, 1,2,4).
Atribulados en todo, mas no
aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados,
mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el
morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro
cuerpo. Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte
por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en
nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros
la vida, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con
Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros. Y todo esto, para
vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el
agradecimiento, para gloria de Dios. Por eso no desfallecemos. Aun cuando
nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando
de día en día. En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre
toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, a cuantos no ponemos nuestros
ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son
pasajeras, mas las invisibles son eternas (II Cor. 4, 8-18).
¡Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda
consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros
consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que
nosotros somos consolados por Dios!
Pues, así como abundan en
nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo
nuestra consolación. Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación
vuestra; si somos consolados, lo somos para el consuelo vuestro, que os hace
soportar con paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros
soportamos (II Cor. 1, 3-6). Por lo cual os
ruego no os desaniméis a causa de las tribulaciones, pues ellas son vuestra
gloria (Ef. 3, 13)
y estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la
gloria que se ha de manifestar en nosotros (Rom. 8, 18).
Por eso, tomad las armas de Dios,
para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo,
manteneros firmes, ¡en pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza
calzados los pies con “el Celo por el
Evangelio de la Paz ”,
embrazando siempre el escudo de la
Fe , para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos
del maligno (Ef.
6. 13-16). El nos libró de tan mortal peligro, y nos librará; en él
esperamos que nos seguirá librando (II Cor. 1,10). Tomad, también, “el yelmo de la salvación” y la espada
del Espíritu, que es la Palabra
de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu,
velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos (Ef. 6. 17-18).
Confortados con toda fortaleza
por el poder de su gloria, para toda constancia en el sufrimiento y paciencia;
dando con alegría gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la
herencia de los santos en la luz. El nos libró del poder de las tinieblas y nos
trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón
de los pecados (Col. 1, 11-14).
Vosotros
mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en
la noche. Cuando digan: "paz y seguridad", entonces mismo, de
repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está
encinta; y no escaparán. Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad,
para que ese Día os sorprenda como ladrón, pues todos vosotros sois hijos de la
luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. (I Tes. 5, 1-5).Pues
el mismo Dios que dijo: “de las tinieblas
brille la luz”, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para
irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo (II Cor. 4, 6).
Así pues, no durmamos como los demás, sino
velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se
embriagan, de noche se embriagan. Nosotros, por el contrario, que somos del
día, seamos sobrios; “revistamos la coraza”
de la fe y de la caridad, “con el
yelmo de la esperanza de salvación”.
Dios no nos ha destinado para la cólera, sino para obtener la salvación por
nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o
durmiendo, vivamos juntos con él. Por esto, confortaos mutuamente y edificaos
los unos a los otros, como ya lo hacéis (I Tes. 5, 6-11).
Sabemos que si esta tienda, que
es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios:
una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos. Y así
gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra
habitación celeste (II Cor.5, 1-2), Pero llevamos este tesoro en
recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de
Dios y no de nosotros (II Cor. 4, 6-7). (Col. 3, 5).
II Tim. 3, 1).
Orad constantemente. En todo dad gracias, pues
esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros (I Tes. 5, 17-18) para que
nadie vacile en las tribulaciones (I Tes. 3, 3-4). No
extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos
con lo bueno. “Absteneos de todo genero
de mal”. Que El, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo
vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor
Jesucristo (I
Tes. 5, 19-23).
(
.
Es firme nuestra esperanza
respecto de vosotros; pues sabemos que, como sois solidarios con nosotros en
los sufrimientos, así lo seréis también en la consolación (II Cor. 1, 7).Y es Dios el que nos
conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió (II Cor. 1, 21).
Bien sabéis vosotros, hermanos, que nuestra ida a vosotros no fue estéril, sino
que, después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos, como sabéis,
confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de
Dios entre frecuentes luchas (I Tes. 2, 1-2). Consolaos, pues, mutuamente con
estas palabras (I Tes. 4, 18). Por este
motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé
bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para
guardar mi depósito hasta aquel Día (II Tim. 1, 12).
Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia,
conforme a su riqueza, en Cristo Jesús (Fil. 4, 19). Obedeced a vuestros dirigentes y
someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes han de dar
cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y no lamentándose, cosa que no
os traería ventaja alguna (Heb. 13, 16-17). Soporta las fatigas conmigo, como
un buen soldado de Cristo Jesús (II Tim. 2, 3).
II Tes. 2, 16-17).
(
Que El, el Señor de la paz, os
conceda la paz siempre y en todos los órdenes. El Señor sea con todos vosotros (II Tes. 3, 16)
y (Col. 1, 11).
EPÍSTOLA PARA QUIENES SE RESPONSABILIZAN POR
LOS ATRIBULADOS Y AFLIGIDOS
Pablo, apóstol de Cristo Jesús,
por mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús nuestra esperanza, a
Timoteo, verdadero hijo mío en la fe. Gracia, misericordia y paz de parte de
Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro (I Tim. 1, 1-2).
Hermanos míos amados, manteneos
firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de
que vuestro trabajo no es vano en el Señor (I Cor. 15, 58). No os olvidéis de
hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a
Dios (Heb. 13, 16).
Poned cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que “ninguna
raíz amarga retoñe ni os turbe” y por ella llegue a inficionarse la comunidad (Heb. 12, 15),
que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con
generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro un
excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera (I Tim. 6, 18-19).
II Tes. 3, 13) (I
Tes. 2, 4-7).
(
.
No os olvidéis de la
hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles.
Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados, y de los
maltratados, pensando que también vosotros tenéis un cuerpo (Heb. 13, 2-3),
de forma que no os hagáis indolentes, sino más bien imitadores de aquellos que,
mediante la fe y la perseverancia, heredan las promesas (Heb. 6, 12).
Te (les) ruego en favor de mi
hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo, que en otro tiempo te fue
inútil, pero ahora muy útil para ti (uds.) y para mí. Te (os) lo devuelvo, a
éste, mi propio corazón. Yo querría retenerle conmigo, para que me sirviera en
tu (vuestro) lugar, en estas cadenas por el Evangelio; mas, sin consultarte
(les), no he querido hacer nada, para que esta buena acción tuya (vuestra) no
fuera forzada sino voluntaria (Film. 1, 10-14).
Soporta (en) las fatigas conmigo,
como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se
enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y
lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha competido según el reglamento.
Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los
frutos. Entiende (an) lo que quiero decirte (les), pues el Señor te (les) dará
la inteligencia de todo. Acuérdate (acuérdense) de Jesucristo, resucitado de
entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio; por él estoy
sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor; pero la Palabra de Dios no está
encadenada. Por esto todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos
alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna. Es cierta
esta afirmación: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si nos
mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos
negará; si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo (II Tim. 2, 3-13).
II Tim. 4, 5). (I Tim. 1, 5).
(
Al anciano no le reprendas
(reprendan) con dureza, sino exhórtale (exhórtenle) como a un padre; a los
jóvenes, como a hermanos; a los ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a
hermanas, con toda pureza. Honra (honren) a las viudas, a las que son
verdaderamente viudas (I Tim. 5, 1-3).
II Tes. 2, 2).
(
I Tim. 1, 12).
(II Tes. 1, 11).
(
II Tes. 2, 16-17).
(
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