lunes, 19 de agosto de 2019

ENTRE CORDONES Y TRENZAS



(Parábola en memoria de los caídos por la libertad de los pueblos)

Trasladarse al siglo pasado durante la década de 1930 y transitar las típicas calles del centro de Valencia incita a presenciar, disfrutar y detallar con tranquilidad y sin el agite con el que estamos viviendo en la actualidad conocer un paisaje urbano en blanco y negro, pero con el vivo colorido de valores que plasman sus protagonistas: calles angostas, en su mayoría, empedradas, limpias, con huecos y vistosos rieles de las tranvías o del ferrocarril, estrechas aceras con frentes de casas destartalados, y tímidos ambulantes, algún que otro carruaje impulsado a caballo y faroles para el encendido nocturno.
Pocas damas circulan, a no ser, en horas mañaneras, buscando agua en garrafas o víveres en bodegas y mercados públicos, con sus típicos trajes de largas faldas y llamativos sombreros, al tanto que, los caballeros visten elegantemente con vistoso y elegante traje oscuro acompañado de sombrero, camisa blanca, chaqueta combinada con el paltó, dejando ver solo el nudo de la corbata. Por supuesto, tanto damas como caballeros, calzan zapatos de cordones o de trenzas, como popularmente suelen son conocidos. Toda la moda que reina en el ambiente consiste en la fiel copia  de viajeros y viajeras provenientes de Europa y Norteamérica.

Calle Comercio de la Valencia de 1930


Todo este escenario típico de Valencia se repite en el resto del país cubierto por la sombra del régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez, quien impone en cada estado de la República a sus fieles servidores como autoridades civiles, y apoyado por una ley arrastrada desde la colonia, denominada “ley de patronato”, también le dan la prerrogativa de elegir las autoridades eclesiásticas a su conveniencia personal. En este sector de la imagen en blanco & negro es donde se cobijan los anti valores de la estampa propuesta.

Las principales parroquias centrales que animan la ciudad están constituidas por La Catedral, San Blas, San José y La Pastora. Entre sus habitantes se destaca Joaquín Mariño, quien es un popular parroquiano de San Blas que merodea asiduamente los alrededores de la plaza Bolívar. Su origen es desconocido. Algunas referencias lo señalan erróneamente como familiar del prócer de la Independencia, Gen Santiago Mariño. Otras versiones recogidas entre las tradiciones orales generadas en las escalinatas del monolito de la plaza Bolívar de Valencia, lo refieren como hermano de un tal señor llamado Santiago Mariño, acaudalado vecino con la capacidad suficiente para comprar a la familia Marrero un lote de terreno en el cruce de la Farriar con Colombia donde logra construir con su propio peculio la sala del cine “Mundial”.
El cine abre sus puertas al público entre los años de 1922 hasta 1972, cuando definitivamente se ve forzado a cerrar sus puertas a los asiduos espectadores. Para el momento de  la década de 1930 el cine representa el principal centro de atracción muy activo por la novedad de la cinematografía y por la falta de otras alternativas recreativas para la sociedad valenciana. Es la la época de la proyección de películas mudas en blanco y negro, con fondo musical, tales como “El demonio y la carne”, “el séptimo cielo”, “El ladrón de Bagdad”, “La caja de Pandora”, “El abanico de lady Windermere”, “La viuda alegre”, “El hijo de la pradera”.
Esta sala de cine se convierte rápidamente como tapujo para esconder un centro clandestino de ciudadanos enfrentados al régimen de Juan Vicente Gómez y a su temida policía represiva. En sus estancias se realizan reuniones de líderes de la resistencia, entre los enseres propios de la cinematografía se puede descubrir una modesta imprenta para editar volantes con fuertes críticas al gobierno imperante y un pasquín de publicación periódica con artículos de pensadores con sueños de libertad. Todas estas iniciativas están severamente catalogadas por la dictadura imperante como comunistas y de sumo peligro  para la estabilidad del régimen.

Joaquín Mariño se convierte rápidamente en líder nato destinado para la difusión de los postulados e ideales democráticos de este grupo subversivo por las céntricas calles de Valencia. Lo cierto es que Joaquín ha adquirido fama en toda la ciudad y sus alrededores, tales como, Candelaria, Santa Rosa, Naguanagua, San Diego y otras más. Los puntos marcadamente rutinarios de sus correrías diarias son la Iglesia y la plaza de San Blas, de donde parte, para continuar pasando por la  placita de la Glorieta, ubicada entre las avenidas Mariño y Campo Elías, y siguiendo hacia el pleno centro de la ciudad, buscando llegar a la plaza Bolívar y la Catedral, adonde afluye la mayor cantidad de ambulantes citadinos. Entre los edificio públicos del centro de Valencia se pueden mencionar la plaza Sucre contigua a la Iglesia de San Francisco y diagonal al palacio de la gobernación, como así mismo, el cuartel de la policía, hoy Casa Páez [1], sitio popularmente señalado como detestable e infame por las atrocidades cometidas por el régimen imperante.

En lo que respecta a las autoridades civiles, los presidentes del estado Carabobo ejercen sus respectivos cargos en breves periodos de tiempo, sujetos a nombramiento discrecional de los jefes supremos del poder alternados por  Juan V. Gómez, y el doctor Juan Bautista Pérez, este último, como encargado de la presidencia de la República en 1929, para que el “benemérito” pudiera disfrutar un placentero descanso en la tranquilidad de su hacienda privada, El Trompillo, en su amada ciudad de Maracay. A pesar de seguir dirigiendo los destinos del país desde su retiro, tanto el mismo dictador de Venezuela como el presidente encargado pusieron y quitaron los gobernantes a sus intereses personales. Es así como los historiadores reseñan los gobernantes de paso por el estado Carabobo entre los años de 1925 y 1938, de la siguiente manera:


         Nº                                        Gobernadores                                   Período        _________________________________________________________________                                                              
       154                                Ramón H. Ramos                                1925 -  1928
       155                                Gral. José María García                       1928 - 1929
       156                                Dr. Santiago Siso Ruiz                               1929
       157                                Gral. Santos M. Gómez                       1929 – 1935 [2]
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En este orden de ideas, por el lado jurisdiccional eclesiástico, Monseñor Salvador Montes de Oca, representa la primera autoridad en la diócesis de Valencia, desde 1927, cuando fue designado II Obispo de la diócesis, a los 32 años de edad y con tan solo 5 años de ordenado sacerdote. Por cierto, cuando Gómez firmó su autorización para cumplir con la ley de patronato eclesiástico comentó: -"pero si es un niño”, porque era habitual que los obispos tuvieran muchos años de experiencia para ejercer sus funciones episcopales. Entre el día 11/10/1929 y el 03/08/1931, Mons. Montes de Oca recibió orden de expulsión del país por el presidente Pérez, hasta cuando Gómez derogó la extradición del Obispo, una vez reasumido nuevamente el mando como Presidente de Venezuela.

Cuando Juan Vicente Gómez asestó el golpe de estado contra su compadre Cipriano Castro reorganizó y modernizó el ejército venezolano, y partiendo del mismo componente de policías andinos, popularmente conocidos como “chácharos”, también promovió un profundo cambio en la dirección policial, convirtiéndola en un temible cuerpo represivo y de inteligencia para descubrir elementos incómodos al gobierno, a tal punto, que rápidamente a la policía gomecista se le denominó “la sagrada”, en virtud del respeto temeroso que se le brindaba por parte de la población general, como algo contra lo que nadie podía agredir o irrespetar para evitar castigos sobre humanos. Los chácharos andaban uniformados con elegantes liquiliques blancos que resaltaban el grueso cinturón de cuero negro colombiano, dotado de dispositivos para sostener tanto el rolo y la ancha peinilla con vaina del mismo cuero del cinturón, sombrero tipo australiano con un ala doblada y abrochada, y fusil tipo colt 45 colgado a la espalda. En la ciudad de Valencia, la sede de la policía se estableció en el caserón histórico que perteneció al general José Antonio Páez.

 
                                   Policía sagrada montada                                                                            Piquete de policía sagrada

Los rumores de rebeldía en la ciudad de Valencia llegan a los oídos del amo de Venezuela en Maracay, por lo que su primo, el general Santos Matute Gómez, es designado Presidente del estado Carabobo para que “la ciudad rebelde de Valencia quedara derechita a los pies del benemérito siguiendo el patrón nacional impuesto de unión, paz y trabajo”, al decir del jefe supremo. Las primeras consignas impartidas a sus colaboradores inmediatos por el nuevo gobernador en el Capitolio de Valencia están orientadas a detectar el foco neurálgico de la resistencia en el estado Carabobo contra el régimen imperante. A partir de entonces, un selecto grupo de chácharos, vestidos de paisanos, se confunden con la población civil en todos los sitios públicos para recoger las pistas necesarias y llegar hasta el refugio de los subversivos, desenmascarar a los autores y destruir todos los elementos utilizados para enfrentarse al régimen.

En una de sus correrías, cuando  Joaquín Mariño recién termina de arengar en voz baja y desaparecer en medio de la gente, uno de los tantos paisanos transeúntes por los alrededores de la plaza Bolívar, incitado por las ardientes palabras escuchadas, no se resiste a manifestar en voz alta e iracunda sus sentimientos de protesta provocando lo mismo entre quienes le acompañan, y formándose simultáneamente una algarabía pública de repudio y protesta contra el general Santos Matute Gómez. Sin hacerse esperar, un mendigo entre los presentes saca de su harapiento bolsillo un pito para llamar la atención de sus otros colegas policías confundidos con el público presente, quienes se llevan detenidos al cuartel de policía a todos los implicados en el alboroto, y de paso, retornar a la tranquilidad pública impuesta a la fuerza. Los perturbadores del orden y de la calma citadina  son conducidos a la sala del chorro de agua fría, luego a las celdas comunes, de donde van saliendo de uno en uno al cuarto de torturas, y finalmente, tras viles y largos sufrimientos logran sacar confesión de nombres y lugares de líderes de la resistencia gomecista. Los resultados del operativo de inteligencia policial no se hacen esperar, y en muy breve tiempo, llegan al centro de operaciones de Joaquín Mariño para apresarlo y conducirlo a la temible sede policial, donde es sometido a tan fuertes torturas, a tal punto, que sobrepasando su resistencia física, se les quedó muerto en la macabra faena. Para justificar el horrendo crimen ante la opinión pública la jefatura de la policía declara oficialmente  que Joaquín Mariño se había suicidado, “ahorcándose con los cordones o trenzas de sus zapatos”.

Cuando el enérgico Obispo de la diócesis de Valencia había retornado de su injusta extradición del país se entregó de lleno a su labor apostólica con el ardor y la tenacidad necesarios para compensar los días que tuvo que permanecer en contra de su voluntad fuera de su jurisdicción eclesiástica. Se le veía recorrer las mismas calles por las que había transitado Joaquín Mariño, pero no en actividades políticas, sino por el contrario, en servicio estrictamente pastoral, visitando las casas del casco central, alentando y ayudando a los vecinos más pobres, pero también alternando con visitas a los presos de la tenebrosa cárcel en la esquina Páez, entre las calles Boyacá y Farriar, sin olvidar tampoco, de bajar en otras ocasiones a Puerto Cabello para visitar los presos del Castillo Libertador, y posteriormente, como consecuencia de estos contactos con presos políticos, la imperiosa necesidad de contactar a los familiares desasistidos por la ausencia de sus entrañables seres queridos presos que eran cabeza de familia.

Monseñor Salvador Montes de Oca ya había conocido a la familia Mariño antes de los crueles acontecimientos que habían ocurrido, y en lo personal, nunca le convenció la falsa información de un suicidio con cordones o trenzas de zapatos, pero en su caso personal con antecedentes de perseguido y exilado político, debía manejarse con mucha prudencia  y cautela para no estropear su ministerio espiritual.

Sin embargo, basándose en su férrea personalidad y en sus firmes convicciones basadas en auténticos principios y valores evangélicos, toma la difícil decisión de practicarle a Joaquín Mariño los correspondientes oficios religiosos, a pesar de que oficialmente, había sido declarado por las autoridades gubernamentales como un acto de suicidio, y por consiguiente, imposibilitado de practicarle oficios religiosos. Pero en todo caso, para este insigne obispo, Joaquín Mariño no se trata de un preso político más que se ahorca con los cordones de sus zapatos, sino que más bien, se trata de un verdadero mártir patriota por defender los derechos ciudadanos y la libertad de toda una nación, que debe darse a conocer ante la opinión pública  como un ciudadano de comportamiento ejemplar a seguir por el resto de la sociedad.
Iglesia y plaza de San Blas, Valencia, estado Carabobo


Un piquete de esbirros de la sagrada traslada los restos mortales de Joaquín Mariño a su residencia de San Blas para su velatorio y entierro con estricta orden de que se impida a familiares y deudos abrir la tapa de la urna. Ya en la noche del velatorio numerosos vecinos acompañan a la familia Mariño, unos por sincera solidaridad amistosa y otros por simple curiosidad ante los comentarios que corren por toda la ciudad, pero la perspicacia característica del venezolano provoca con efectividad y consecuencias, a que uno de los asistentes invite amistosamente a los guardias ausentarse del féretro  para saborear un suculento consomé, momento en el cual, una de las hermanas de Joaquín procede a abrir la urna. La dolora y penosa acción provoca fuertes reacciones lastimeras  y rencorosas ante la figura del rostro desfigurado por la contundencia de la golpiza recibida. No quedan rastros de dudas. Está confirmado lo que se sospechaba. El fallecimiento de Joaquín no se debe al suicidio porque los moretones, la desfiguración de su rostro y las múltiples heridas, demuestran a simple vista, que no había resistido a la implacable tortura a la que se le había sometido.

Ya en la mañana siguiente, día del entierro, las calles centrales de la ciudad se observan abarrotadas por la gente que espontáneamente se dispone a darle un respetuoso adiós a Joaquín, no se sabe si por admiración, por amistad o por protesta al detestable régimen imperante. Lo cierto es que la primera autoridad eclesiástica de Valencia, su Obispo en persona, Monseñor Salvador Montes de Oca, preside la liturgia fúnebre, cumpliendo rigurosamente todo el protocolo indicado para el momento, lo que significa un auténtico desafío a las autoridades civiles por parte de la autoridad eclesiástica.

El cortejo fúnebre entre San Blas y el cementerio prácticamente se convierte en una verdadera demostración de protesta cívica y pacífica ante las autoridades vigilantes desde edificios públicos, sin la posibilidad de intervención por parte de la sagrada para evitar males mayores. La marcha era lenta, cada paso de avance del cortejo fúnebre era seguido automáticamente  por tres pasos de retroceso, cada vez que la caravana mortuoria arriba a alguna plaza, o en cada esquina o lugar abierto, la gente se para notoriamente para desamarrar pausadamente los cordones y / o trenzas de sus zapatos y volverlos a amarrar calmadamente de nuevo, tomándose todo el tiempo posible para que el gesto hable por sí mismo, queriendo decir: “Joaquín Mariño no se quitó la vida con los cordones o las trenzas de sus zapatos porque los esbirros de la sagrada fueron quienes lo torturaron hasta matarlo”, y de esta manera, continúar el desfile fúnebre hacia la su última morada.

Con esta estampa le toca el honor a la ciudad de Valencia, encabezada por su segundo Obispo, Monseñor Salvador Montes de Oca, el honor de pionera histórica en aplicar la resistencia cívica no violenta impulsada por Mahatma Gandhi en la independencia de la India y Pakistán. Entre cordones y trenzas, el pueblo humilde y civil de las céntricas calles de Valencia pasa a figurar meritoriamente como antecesor de cacerolazos, de plantones, de huelgas de hambre, los escraches y demás protestas pacíficas a favor de los derechos humanos y de la libertad de los pueblos del mundo.


Juan Pablo Sarratud Porras, Ciudad Alianza.-

[1]  La Casa Páez constituye hoy día un museo histórico en cuyo sótano se aprecian los calabozos y el ambiente sombrío donde torturaban a los presos que quería sacarles información.-

[2] http://enfermedadelalma.blogspot.com/2011/03/gobernadores-de-carabobo-sede-de-la.html  Esta lista coincide con la lista de la página 160/161 de la Historia del Estado Carabobo de Torcuato Manzo Núñez (ediciones Presidencia de la República 1981.-

Fuentes:
Movimiento estudiantil de 1928: Blog Historia Contemporánea de Venezuela:  https://historiadevzla.wordpress.com/2012/06/01/generacion28/

Los cines de Valencia. Christian Colombet:

Un pantalón más. Ricardo Mandry Galíndez. Página 168 – 169

Valencia en Textos y contextos. Julio Rafael Silva Sánchez:

El Museo Casa Páez. Napoleón Pisani Pardi:

jueves, 8 de agosto de 2019

ATRACOS A INSTITUCIONES FINANCIERAS

ATRACOS AL BANCO CENTRAL DE VENEZUELA



Desde su fundación en septiembre de 1939, el Banco Central de Venezuela ha sido víctima y escenario de dos de los más espectaculares robos de la historia criminal en Venezuela, (uno por ser el más cuantioso de la primera mitad del siglo XX y el otro por ser el primer gran atraco que ocurrió en Caracas) en ambos coincidencialmente actuaron tres hombres y ambos parecieron sacados del guión de una opera bufa. Esta es la historia del primero de esos robos.
Pedro Díaz tuvo que esperar a que el dueño del bar El Malecón sirviera los tragos para hacer la pregunta que tenía atorada en la garganta.
– ¿Estas completamente seguro Manuel? ¿Es dinero lo que trae el Santa Rosa en esas cajas?
– Bueno, por lo menos fue lo que pude averiguar. Lo que viene en las cajas son los billetes que el Banco Central manda a imprimir en el norte; esta vez traen 44 cajas repartidas en dos remesas, la primera viene en el Santa Rosa y la segunda en el Santa Paula, cada caja contiene un buen lote de billetes nuevecitos mi hermano; en todo caso no esta de más probar; si no es lo que pensamos tiramos esa vaina al mar, total ¿qué perderíamos?
– Tienes razón, pero tenemos que planificar bien todo el asunto.
– ¡Claro, chico! – Respondió Manuel – Búscate a Tomás que tiene un bote peñero. Yo voy a estar ese día estibando la carga del vapor a la gabarra. Para no levantar sospechas anótate como avance, así no llama la atención que estés por allí. Cuando la gabarra se acerque a puerto, ustedes deben estar con el bote a la zaga, esperas mi señal para abordar la gabarra y pasamos una de las cajas al bote de Tomás. Lo mejor de todo esto es que la policía no está ni enterada de lo que viene en el vapor, así que no tendremos vigilancia.
– OK Manuel, yo ubico a Tomás y preparo una “concha” para guardar la caja; ojalá estemos en lo cierto, si es así se van a armar tres limpios.
Pedro dejó a Manuel libando una última copa. Cuando salió a la calle sintió que el aire salitroso golpeaba su rostro, miró a los alrededores y encajó el sombrero en el cráneo antes de comenzar a caminar. Esa noche quería celebrar que iba a ser rico.
– Voy a llevar a la negra a Maiquetía – Pensó – En el Paramount están dando Rosa de sangre, al salir del cine hablo con ella ¡si esto se me da, me caso!

El lunes 19 de mayo de 1947, tal como estaba previsto, el vapor Santa Rosa de la “Grace Line” llegaba al puerto de La Guaira, procedente de la ciudad de Nueva York. La embarcación traía sus bodegas cargadas de mercadería seca para los comercios de Caracas y un lote de 26 cajas destinadas al Banco Central de Venezuela. A excepción de Manuel Santana Muñoz a quien conocían en el litoral como “El rey del contrabando”, ninguno de los estibadores conocía el contenido de esos bultos.
Cuando la gabarra se alineó con el barco comenzó la descarga; lo primero que debían bajar eran las 26 cajas; ocupados como estaban ninguno de los obreros notó el bote peñero que se acercaba cauteloso con dos hombres a bordo. Estos eran Pedro Díaz (a) “El remendado” y Tomás Jhonson (a) “Psicología”, dos maleantes que cuando no había nada que robar fingían ser estibador uno y pescador el otro. Pedro esperó la señal de Manuel y subió rápido a la gabarra; El rey del contrabando ya había apartado una de las cajas y con ayuda de Pedro la pasó al bote con cuidado de no llamar la atención. Una vez con el botín en su poder psicología y el remendado pusieron proa a una playa cercana. En el trayecto, Pedro casi se infarta cuando vio por una de las hendijas que lo que traía la caja eran billetes de 500 Bolívares. Ay papá – pensó – ¡un enorme y bonito lote de billetes de 500!
Horas más tarde, cuando los empleados de aduana terminaron de recibir las cajas, notaron que de las 26 que debían llegar ese día solo había 25. Intercambiaron impresiones sobre lo que podía haber sucedido y uno de ellos concluyó que tal vez la caja que faltaba venía en el vapor santa Paula cuya llegada estaba programada para el miércoles. Les era imposible consultar con la tripulación del Santa Rosa pues apenas terminar de descargar tomó rumbo al austral puerto de Buenos Aires.
– Esperemos al Santa Paula, seguramente allí viene esa caja.
Ordenaron a los estibadores que llevaran las 25 cajas al almacén de la estación norte y se dispusieron a recibir la mercadería. ¡Había mucho trabajo esa mañana como para estar pendiente de una cajita!
Esa noche los tres hombres celebraron de lo lindo en una casucha enclavada en los cerros que miran al mar Caribe; hasta allí habían llevado la caja robada. Antes de abrir la caja Manuel contó a sus cómplices lo que había pasado después del robo.
– Los de aduana no sospecharon, decidieron esperar hasta pasado mañana la llegada del otro vapor que trae las 18 cajas restantes – explicó Manuel mientras Tomás improvisaba un gancho para abrir el bulto – Piensan que allí debe venir la caja que faltaba hoy.
– Perfecto – terció Pedro- ahora veamos cuanto tenemos aquí.
Cuando lograron abrir el paquete, pudieron ver una gran cantidad de billetes perfectamente apilados. No cabían de gozo cuando al terminar el conteo supieron que eran dueños y señores de 20.000 billetes de 500 ó lo que es lo mismo diez refulgentes millones de bolívares. Los tres reían, bailaban y se abrazaban al saber que se habían hecho millonarios de un modo tan fácil.
Pero tenían un problema: Al ser billetes de alta denominación ¿cómo podían pasarlos sin levantar sospechas? A Pedro se le ocurrió que podían intentar al día siguiente en el comercio local, aquella idea fracasó porque ningún comerciante aceptó los billetes pues temían que fuesen falsos, tendrían que buscar otro modo.

El miércoles 21 de mayo los funcionarios de aduana supieron que la caja había sido robada; el vapor Santa Paula solo traía las 18 cajas pautadas desde el inicio. Decidieron dar parte a las autoridades y preparar un listado de los estibadores y avances que trabajaron el día lunes. Esa mañana el Sr. J.M. Herrera Mendoza, Presidente del Banco Central de Venezuela recibió en su despacho la noticia del extravío y de inmediato se comunicó con Jorge Maldonado Parilli, jefe de la Oficina de Investigaciones Criminológicas quien personalmente dirigió la comisión encargada de las pesquisas. El mismo día Manuel Santana Muñoz el rey del contrabando, le echó un balde de agua fría a su amigo Pedro Díaz.
– Oiga compadre – dijo señalando uno de los billetes – estos bichos no sirven.
– ¿Cómo que no sirven?
– Mírelo, no están firmados ni tienen la fecha de puesta en circulación.
– ¡Carajo! Es verdad. Así no nos sirven.
Pedro quedó pensativo un instante y de pronto su rostro se iluminó
– Tranquilo, Manuel, la solución está en conseguir un buen falsificador colombiano, déjame ver si logró ubicar uno. Dame chance, busca a Tomás y dile que nos vemos mañana temprano en el rancho.

A esa misma hora en Caracas el Presidente del Banco Central leía ante los reporteros reunidos en su oficina un comunicado especial:
“El Banco Central de Venezuela cumple con participar al comercio, a la banca y al público en general el extravío de 20.000 billetes de Bs. 500 que alcanzan la suma de Bs. 10.000.000 (diez millones).
En un barco de la Grace Line venían con destino al Banco Central, enviados por la American Bank Note Company de Nueva York, un lote de bultos conteniendo billetes de banco, el buque en cuestión dejó su mercancía en los muelles, y cuando se efectuaba el recibimiento se pudo constatar el extravío de uno de los bultos. Entre los billetes extraviados está comprendida la serie del A480.001 al A500.000. Las piezas extraviadas son de color rosado oscuro, no tienen firma alguna y carecen de la fecha de emisión que se estampa cuando el directorio acuerda lanzarlos al mercado.
La directiva del Banco Central de Venezuela acuerda declarar anulada tal serie y hará circular profusamente cárteles que deberán ser colocados de forma visible en todos los institutos bancarios y casas de comercio de importancia. ”
Así las cosas, nuestros muchachos no tenían en su poder sino un enorme y pesado lote de esqueletos de billetes sin valor nominal alguno y siguiéndoles los pasos de muy cerca estaban los sabuesos de la Oficina de Investigaciones Criminológicas. En las horas que llevaban en el puerto de La Guaira, Maldonado Parilli y sus hombres habían interrogado y descartado a todos los obreros que ayudaron a descargar el vapor Santa Rosa, solo les faltaban dos de la lista: Manuel Santana Muñoz y Pedro Díaz, quienes de inmediato se hicieron sospechosos por sus antecedentes delictivos. Éstos, caídos de la mata como eran igual se reunieron el jueves en la mañana en la concha donde tenían el bulto con los billetes robados.
Pedro no traía buenas noticias, del falsificador nada. Luego de discutirlo un rato, los hombres decidieron repartir el botín y separarse, Tomás y Pedro tomaron cada uno 2.500.000 y Manuel se quedó con los cinco millones restantes, de él había sido la idea, por tanto le tocaba la mayor parte.
Al salir de la casucha, el remendado decidió poner en práctica una idea que se le había ocurrido. Se llegó a la agencia local del Banco de Venezuela y pidió ser atendido por el cajero principal. El funcionario de nombre Héctor Párraga acudió al llamado y Pedro sin mediar explicaciones le propuso de inmediato que lo haría rico si le cambiaba un lote grande de billetes de 500 que traía consigo. El cajero principal miró los billetes y le pidió que lo esperase un momento. Pedro Díaz cayó en cuenta de que el hombre iba a denunciarlo y salió corriendo de la agencia bancaria.
Luego de deambular un buen rato, Pedro Díaz el remendado resolvió que lo mejor que podía hacer en aquel momento era distraerse, necesitaba pensar con claridad y así con los nervios de punta no podía. – Voy a buscar a la negra para que salgamos a divertirnos un rato – pensó – luego veo que hago.
El jueves en la noche Pedro y su novia entraron a un night club en Naiguatá, allí comieron, bebieron y bailaron, la chica emocionada no podía creer lo que pasaba. Su amado jamás había gastado dinero como aquella noche. Pedro parecía un pachá, ordenaba comida y licores a diestra y siniestra. Al final de la velada el hombre pagó con uno de los billetes de 500 y salió del lugar. El cajero notó que el billete era de la serie solicitada por la policía, de inmediato llamó y al poco rato llegó una comisión. A Pedro y su novia se los había tragado la noche pero ya contaban con varias pistas para encontrarlos, alguien que estaba en el local conocía a la mujer y suministró los datos necesarios para su captura. Ese mismo día habían interrogado al cajero principal del Banco de Venezuela y las características que señaló del sujeto que lo abordó coincidían plenamente con las de Pedro Díaz, el lazo se estaba cerrando.
Cuando la novia del remendado llegó a su casa el viernes por la mañana, se encontró con una desagradable sorpresa, un par de policías le cerró el paso, cuando le dijeron que estaba detenida la pobre muchacha no sabía bien qué pasaba; trató de protestar pero fue en vano. – Calle y súbase a la patrulla – le ordenaron los agentes con cara de pocos amigos. Ese mismo día la policía local capturó a un hombre llamado Alejandro Lampe cuando trataba de pasar uno de los billetes, resultó que aquel billete se lo había dado Pedro la noche anterior.
El día sábado no habían logrado aprehender ni a Pedro ni a sus cómplices, éste quien no sabía que su novia estaba detenida fue a esconderse en la casa de aquella. Al llegar al sitio y ver que la mujer no estaba, usó la copia de la llave que tenía y entró.

– Voy a esperarla – se dijo a sí mismo – Debe estar haciendo alguna diligencia.
El mismo sábado en la noche, cansado de buscar, uno de los policías tuvo la idea de revisar el número 18 de Tres Lunas y Blandín, la casa donde detuvieron a la chica, allí cómodamente instalado consiguieron a Pedro. El hombre no opuso resistencia, interrogado en la sede policial reveló todo el plan y delató a sus compañeros.
Cuando la comisión policial llegó al sitio donde estaba Tomás Jhonson lo encontró maldiciendo y quemando los billetes y lo llevaron a hacerle compañía a Pedro. Se había recuperado la mitad de lo robado, solo faltaba una detención y el resto del dinero.
Con los diligentes datos aportados por el remendado y psicología los detectives de la Oficina de Investigaciones Criminológicas lograron la captura de Manuel Santana Muñoz y la recuperación de los 5 millones de bolívares que faltaban.
El domingo 25 de mayo de 1947, el trío de hampones vería por última vez en mucho tiempo el golpetear de las olas contra la pedregosa costa de La Guaira, en la patrulla que los llevaba a Caracas pensaban en la temporada que les esperaba en la Cárcel Modelo.
Su sueño de ser millonarios se había esfumado.
Artículo copiado literal y textualmente de la publicación original de autor desconocido en la siguiente página: