ATRACOS AL BANCO CENTRAL DE
VENEZUELA
Desde su fundación en septiembre de 1939, el Banco Central
de Venezuela ha sido víctima y escenario de dos de los más espectaculares robos
de la historia criminal en Venezuela, (uno por ser el más cuantioso de la
primera mitad del siglo XX y el otro por ser el primer gran atraco que ocurrió
en Caracas) en ambos coincidencialmente actuaron tres hombres y ambos
parecieron sacados del guión de una opera bufa. Esta es la historia del primero
de esos robos.
Pedro Díaz tuvo que esperar a que el dueño del bar El Malecón
sirviera los tragos para hacer la pregunta que tenía atorada en la garganta.
– ¿Estas completamente seguro Manuel? ¿Es dinero lo que trae
el Santa Rosa en esas cajas?
– Bueno, por lo menos fue lo que pude averiguar. Lo que
viene en las cajas son los billetes que el Banco Central manda a imprimir en el
norte; esta vez traen 44 cajas repartidas en dos remesas, la primera viene en
el Santa Rosa y la segunda en el Santa Paula, cada caja contiene un buen lote
de billetes nuevecitos mi hermano; en todo caso no esta de más probar; si no es
lo que pensamos tiramos esa vaina al mar, total ¿qué perderíamos?
– Tienes razón, pero tenemos que planificar bien todo el
asunto.
– ¡Claro, chico! – Respondió Manuel – Búscate a Tomás que
tiene un bote peñero. Yo voy a estar ese día estibando la carga del vapor a la
gabarra. Para no levantar sospechas anótate como avance, así no llama la
atención que estés por allí. Cuando la gabarra se acerque a puerto, ustedes
deben estar con el bote a la zaga, esperas mi señal para abordar la gabarra y
pasamos una de las cajas al bote de Tomás. Lo mejor de todo esto es que la
policía no está ni enterada de lo que viene en el vapor, así que no tendremos
vigilancia.
– OK Manuel, yo ubico a Tomás y preparo una “concha” para
guardar la caja; ojalá estemos en lo cierto, si es así se van a armar tres
limpios.
Pedro dejó a Manuel libando una última copa. Cuando salió a
la calle sintió que el aire salitroso golpeaba su rostro, miró a los
alrededores y encajó el sombrero en el cráneo antes de comenzar a caminar. Esa
noche quería celebrar que iba a ser rico.
– Voy a llevar a la negra a Maiquetía – Pensó – En el
Paramount están dando Rosa de sangre, al salir del cine hablo con ella ¡si esto
se me da, me caso!
El lunes 19 de mayo de 1947, tal como estaba previsto, el
vapor Santa Rosa de la “Grace Line” llegaba al puerto de La Guaira, procedente
de la ciudad de Nueva York. La embarcación traía sus bodegas cargadas de
mercadería seca para los comercios de Caracas y un lote de 26 cajas destinadas
al Banco Central de Venezuela. A excepción de Manuel Santana Muñoz a quien
conocían en el litoral como “El rey del contrabando”, ninguno de los
estibadores conocía el contenido de esos bultos.
Cuando la gabarra se alineó con el barco comenzó la
descarga; lo primero que debían bajar eran las 26 cajas; ocupados como estaban
ninguno de los obreros notó el bote peñero que se acercaba cauteloso con dos
hombres a bordo. Estos eran Pedro Díaz (a) “El remendado” y Tomás Jhonson (a)
“Psicología”, dos maleantes que cuando no había nada que robar fingían ser
estibador uno y pescador el otro. Pedro esperó la señal de Manuel y subió
rápido a la gabarra; El rey del contrabando ya había apartado una de las cajas
y con ayuda de Pedro la pasó al bote con cuidado de no llamar la atención. Una
vez con el botín en su poder psicología y el remendado pusieron proa a una
playa cercana. En el trayecto, Pedro casi se infarta cuando vio por una de las
hendijas que lo que traía la caja eran billetes de 500 Bolívares. Ay papá –
pensó – ¡un enorme y bonito lote de billetes de 500!
Horas más tarde, cuando los empleados de aduana terminaron
de recibir las cajas, notaron que de las 26 que debían llegar ese día solo
había 25. Intercambiaron impresiones sobre lo que podía haber sucedido y uno de
ellos concluyó que tal vez la caja que faltaba venía en el vapor santa Paula
cuya llegada estaba programada para el miércoles. Les era imposible consultar
con la tripulación del Santa Rosa pues apenas terminar de descargar tomó rumbo
al austral puerto de Buenos Aires.
– Esperemos al Santa Paula, seguramente allí viene esa caja.
Ordenaron a los estibadores que llevaran las 25 cajas al
almacén de la estación norte y se dispusieron a recibir la mercadería. ¡Había
mucho trabajo esa mañana como para estar pendiente de una cajita!
Esa noche los tres hombres celebraron de lo lindo en una
casucha enclavada en los cerros que miran al mar Caribe; hasta allí habían
llevado la caja robada. Antes de abrir la caja Manuel contó a sus cómplices lo
que había pasado después del robo.
– Los de aduana no sospecharon, decidieron esperar hasta
pasado mañana la llegada del otro vapor que trae las 18 cajas restantes –
explicó Manuel mientras Tomás improvisaba un gancho para abrir el bulto –
Piensan que allí debe venir la caja que faltaba hoy.
– Perfecto – terció Pedro- ahora veamos cuanto tenemos aquí.
Cuando lograron abrir el paquete, pudieron ver una gran
cantidad de billetes perfectamente apilados. No cabían de gozo cuando al
terminar el conteo supieron que eran dueños y señores de 20.000 billetes de 500
ó lo que es lo mismo diez refulgentes millones de bolívares. Los tres reían,
bailaban y se abrazaban al saber que se habían hecho millonarios de un modo tan
fácil.
Pero tenían un problema: Al ser billetes de alta
denominación ¿cómo podían pasarlos sin levantar sospechas? A Pedro se le
ocurrió que podían intentar al día siguiente en el comercio local, aquella idea
fracasó porque ningún comerciante aceptó los billetes pues temían que fuesen
falsos, tendrían que buscar otro modo.
El miércoles 21 de mayo los funcionarios de aduana supieron
que la caja había sido robada; el vapor Santa Paula solo traía las 18 cajas
pautadas desde el inicio. Decidieron dar parte a las autoridades y preparar un
listado de los estibadores y avances que trabajaron el día lunes. Esa mañana el
Sr. J.M. Herrera Mendoza, Presidente del Banco Central de Venezuela recibió en
su despacho la noticia del extravío y de inmediato se comunicó con Jorge
Maldonado Parilli, jefe de la Oficina de Investigaciones Criminológicas quien
personalmente dirigió la comisión encargada de las pesquisas. El mismo día
Manuel Santana Muñoz el rey del contrabando, le echó un balde de agua fría a su
amigo Pedro Díaz.
– Oiga compadre – dijo señalando uno de los billetes – estos
bichos no sirven.
– ¿Cómo que no sirven?
– Mírelo, no están firmados ni tienen la fecha de puesta en
circulación.
– ¡Carajo! Es verdad. Así no nos sirven.
Pedro quedó pensativo un instante y de pronto su rostro se
iluminó
– Tranquilo, Manuel, la solución está en conseguir un buen
falsificador colombiano, déjame ver si logró ubicar uno. Dame chance, busca a
Tomás y dile que nos vemos mañana temprano en el rancho.
A esa misma hora en Caracas el Presidente del Banco Central
leía ante los reporteros reunidos en su oficina un comunicado especial:
“El Banco Central de Venezuela cumple con participar al
comercio, a la banca y al público en general el extravío de 20.000 billetes de
Bs. 500 que alcanzan la suma de Bs. 10.000.000 (diez millones).
En un barco de la Grace Line venían con destino al Banco
Central, enviados por la American Bank Note Company de Nueva York, un lote de
bultos conteniendo billetes de banco, el buque en cuestión dejó su mercancía en
los muelles, y cuando se efectuaba el recibimiento se pudo constatar el
extravío de uno de los bultos. Entre los billetes extraviados está comprendida
la serie del A480.001 al A500.000. Las piezas extraviadas son de color rosado
oscuro, no tienen firma alguna y carecen de la fecha de emisión que se estampa
cuando el directorio acuerda lanzarlos al mercado.
La directiva del Banco Central de Venezuela acuerda declarar
anulada tal serie y hará circular profusamente cárteles que deberán ser
colocados de forma visible en todos los institutos bancarios y casas de
comercio de importancia. ”
Así las cosas, nuestros muchachos no tenían en su poder sino
un enorme y pesado lote de esqueletos de billetes sin valor nominal alguno y
siguiéndoles los pasos de muy cerca estaban los sabuesos de la Oficina de
Investigaciones Criminológicas. En las horas que llevaban en el puerto de La
Guaira, Maldonado Parilli y sus hombres habían interrogado y descartado a todos
los obreros que ayudaron a descargar el vapor Santa Rosa, solo les faltaban dos
de la lista: Manuel Santana Muñoz y Pedro Díaz, quienes de inmediato se
hicieron sospechosos por sus antecedentes delictivos. Éstos, caídos de la mata
como eran igual se reunieron el jueves en la mañana en la concha donde tenían
el bulto con los billetes robados.
Pedro no traía buenas noticias, del falsificador nada. Luego
de discutirlo un rato, los hombres decidieron repartir el botín y separarse,
Tomás y Pedro tomaron cada uno 2.500.000 y Manuel se quedó con los cinco
millones restantes, de él había sido la idea, por tanto le tocaba la mayor
parte.
Al salir de la casucha, el remendado decidió poner en
práctica una idea que se le había ocurrido. Se llegó a la agencia local del
Banco de Venezuela y pidió ser atendido por el cajero principal. El funcionario
de nombre Héctor Párraga acudió al llamado y Pedro sin mediar explicaciones le
propuso de inmediato que lo haría rico si le cambiaba un lote grande de
billetes de 500 que traía consigo. El cajero principal miró los billetes y le
pidió que lo esperase un momento. Pedro Díaz cayó en cuenta de que el hombre
iba a denunciarlo y salió corriendo de la agencia bancaria.
Luego de deambular un buen rato, Pedro Díaz el remendado
resolvió que lo mejor que podía hacer en aquel momento era distraerse,
necesitaba pensar con claridad y así con los nervios de punta no podía. – Voy a
buscar a la negra para que salgamos a divertirnos un rato – pensó – luego veo
que hago.
El jueves en la noche Pedro y su novia entraron a un night
club en Naiguatá, allí comieron, bebieron y bailaron, la chica emocionada no
podía creer lo que pasaba. Su amado jamás había gastado dinero como aquella
noche. Pedro parecía un pachá, ordenaba comida y licores a diestra y siniestra.
Al final de la velada el hombre pagó con uno de los billetes de 500 y salió del
lugar. El cajero notó que el billete era de la serie solicitada por la policía,
de inmediato llamó y al poco rato llegó una comisión. A Pedro y su novia se los
había tragado la noche pero ya contaban con varias pistas para encontrarlos,
alguien que estaba en el local conocía a la mujer y suministró los datos
necesarios para su captura. Ese mismo día habían interrogado al cajero
principal del Banco de Venezuela y las características que señaló del sujeto
que lo abordó coincidían plenamente con las de Pedro Díaz, el lazo se estaba
cerrando.
Cuando la novia del remendado llegó a su casa el viernes por
la mañana, se encontró con una desagradable sorpresa, un par de policías le
cerró el paso, cuando le dijeron que estaba detenida la pobre muchacha no sabía
bien qué pasaba; trató de protestar pero fue en vano. – Calle y súbase a la
patrulla – le ordenaron los agentes con cara de pocos amigos. Ese mismo día la
policía local capturó a un hombre llamado Alejandro Lampe cuando trataba de
pasar uno de los billetes, resultó que aquel billete se lo había dado Pedro la
noche anterior.
El día sábado no habían logrado aprehender ni a Pedro ni a
sus cómplices, éste quien no sabía que su novia estaba detenida fue a
esconderse en la casa de aquella. Al llegar al sitio y ver que la mujer no
estaba, usó la copia de la llave que tenía y entró.
– Voy a esperarla – se dijo a sí mismo – Debe estar haciendo
alguna diligencia.
El mismo sábado en la noche, cansado de buscar, uno de los
policías tuvo la idea de revisar el número 18 de Tres Lunas y Blandín, la casa
donde detuvieron a la chica, allí cómodamente instalado consiguieron a Pedro.
El hombre no opuso resistencia, interrogado en la sede policial reveló todo el
plan y delató a sus compañeros.
Cuando la comisión policial llegó al sitio donde estaba
Tomás Jhonson lo encontró maldiciendo y quemando los billetes y lo llevaron a
hacerle compañía a Pedro. Se había recuperado la mitad de lo robado, solo
faltaba una detención y el resto del dinero.
Con los diligentes datos aportados por el remendado y
psicología los detectives de la Oficina de Investigaciones Criminológicas
lograron la captura de Manuel Santana Muñoz y la recuperación de los 5 millones
de bolívares que faltaban.
El domingo 25 de mayo de 1947, el trío de hampones vería por
última vez en mucho tiempo el golpetear de las olas contra la pedregosa costa
de La Guaira, en la patrulla que los llevaba a Caracas pensaban en la temporada
que les esperaba en la Cárcel Modelo.
Su sueño de ser millonarios se había esfumado.
Artículo copiado literal y textualmente de la publicación original de autor desconocido en la siguiente página:
No hay comentarios:
Publicar un comentario