domingo, 5 de abril de 2020

POPURRÍ PAULINO A LOS AFLIGIDOS


EPISTOLA DE SAN PABLO A LOS ATRIBULADOS Y AFLIGIDOS


Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a todos los atribulados y afligidos de la Iglesia de Dios, a vosotros gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo (II Cor.1, 1-2)
En mi interior tomé la decisión de no ir otra vez con tristeza donde vosotros porque si yo os entristezco ¿quién podría alegrarme sino el que se ha entristecido por mi causa? Os escribí en una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas, no para entristeceros, sino para que conocierais el amor desbordante que sobre todo a vosotros os tengo. (II Cor. 2, 1,2,4).
Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros. Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios. Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día. En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas (II Cor. 4, 8-18).

¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios!
Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación. Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación vuestra; si somos consolados, lo somos para el consuelo vuestro, que os hace soportar con paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros soportamos       (II Cor. 1, 3-6). Por lo cual os ruego no os desaniméis a causa de las tribulaciones, pues ellas son vuestra gloria (Ef. 3, 13) y estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros (Rom. 8, 18).
Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes, ¡en pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza calzados los pies con “el Celo por el Evangelio de la Paz”, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del maligno (Ef. 6. 13-16). El nos libró de tan mortal peligro, y nos librará; en él esperamos que nos seguirá librando (II Cor. 1,10). Tomad, también, “el yelmo de la salvación” y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos (Ef. 6. 17-18).
Confortados con toda fortaleza por el poder de su gloria, para toda constancia en el sufrimiento y paciencia; dando con alegría gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz. El nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados (Col. 1, 11-14).
Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. Cuando digan: "paz y seguridad", entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán. Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón, pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. (I Tes. 5, 1-5).Pues el mismo Dios que dijo: “de las tinieblas brille la luz”, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo (II Cor. 4, 6). Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Nosotros, por el contrario, que somos del día, seamos sobrios; “revistamos la coraza” de la fe y de la caridad, “con el yelmo  de la esperanza de salvación”. Dios no nos ha destinado para la cólera, sino para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos juntos con él. Por esto, confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros, como ya lo hacéis (I Tes. 5, 6-11).
Sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos. Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste (II Cor.5, 1-2), Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros (II Cor. 4, 6-7). Por tanto, mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría. (Col. 3, 5).

Ten presente que en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles (II Tim. 3, 1). Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros (I Tes. 5, 17-18) para que nadie vacile en las tribulaciones (I Tes. 3, 3-4). No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno. “Absteneos de todo genero de mal”. Que El, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo (I Tes. 5, 19-23).
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Es firme nuestra esperanza respecto de vosotros; pues sabemos que, como sois solidarios con nosotros en los sufrimientos, así lo seréis también en la consolación (II Cor. 1, 7).Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió (II Cor. 1, 21). Bien sabéis vosotros, hermanos, que nuestra ida a vosotros no fue estéril, sino que, después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos, como sabéis, confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas (I Tes. 2, 1-2). Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras (I Tes. 4, 18). Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel Día (II Tim. 1, 12). Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús (Fil. 4, 19). Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes han de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y no lamentándose, cosa que no os traería ventaja alguna (Heb. 13, 16-17). Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús (II Tim. 2, 3).
Que el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y los afiance en toda obra y palabra buena (II Tes. 2, 16-17).
Que El, el Señor de la paz, os conceda la paz siempre y en todos los órdenes. El Señor sea con todos vosotros (II Tes. 3, 16) y confortados con toda fortaleza por el poder de su gloria, para toda constancia en el sufrimiento y paciencia; dando con alegría (Col. 1, 11).
EPÍSTOLA PARA QUIENES SE RESPONSABILIZAN POR LOS ATRIBULADOS Y AFLIGIDOS

Pablo, apóstol de Cristo Jesús, por mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús nuestra esperanza, a Timoteo, verdadero hijo mío en la fe. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro (I Tim. 1, 1-2).
Hermanos míos amados, manteneos firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que vuestro trabajo no es vano en el Señor (I Cor. 15, 58). No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios (Heb. 13, 16). Poned cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que “ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe” y por ella llegue a inficionarse la comunidad (Heb. 12, 15), que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera (I Tim. 6, 18-19).
Vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien (II Tes. 3, 13) sino que así como hemos sido juzgados aptos por Dios para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos, no buscando agradar a los hombres, sino a Dios que  examina  nuestros  corazones. Nunca nos presentamos, bien lo sabéis, con palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia, Dios es testigo, ni buscando gloria humana, ni de vosotros ni de nadie. Aunque pudimos imponer nuestra autoridad por ser apóstoles de Cristo, nos mostramos amables con vosotros, como una madre cuida con cariño de sus hijos (I Tes. 2, 4-7).
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No os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles. Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también vosotros tenéis un cuerpo (Heb. 13, 2-3), de forma que no os hagáis indolentes, sino más bien imitadores de aquellos que, mediante la fe y la perseverancia, heredan las promesas (Heb. 6, 12).
Te (les) ruego en favor de mi hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo, que en otro tiempo te fue inútil, pero ahora muy útil para ti (uds.) y para mí. Te (os) lo devuelvo, a éste, mi propio corazón. Yo querría retenerle conmigo, para que me sirviera en tu (vuestro) lugar, en estas cadenas por el Evangelio; mas, sin consultarte (les), no he querido hacer nada, para que esta buena acción tuya (vuestra) no fuera forzada sino voluntaria (Film. 1, 10-14).
Soporta (en) las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos. Entiende (an) lo que quiero decirte (les), pues el Señor te (les) dará la inteligencia de todo. Acuérdate (acuérdense) de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio; por él estoy sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor; pero la Palabra de Dios no está encadenada. Por esto todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna. Es cierta esta afirmación: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará; si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo (II Tim. 2, 3-13).
Tú (uds,) en cambio, pórtate (pórtense) en todo con prudencia, soporta (soporten) los sufrimientos, realiza (realicen) la función de evangelizador (es), desempeña (desempeñen) a la perfección el ministerio (II Tim. 4, 5). El fin de este mandato es la caridad que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera (I Tim. 1, 5).
Al anciano no le reprendas (reprendan) con dureza, sino exhórtale (exhórtenle) como a un padre; a los jóvenes, como a hermanos; a los ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza. Honra (honren) a las viudas, a las que son verdaderamente viudas (I Tim. 5, 1-3).
No os dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo, ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor (II Tes. 2, 2).

Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio (I Tim. 1, 12). Con este objeto rogamos en todo tiempo por vosotros: que nuestro Dios os haga dignos de la vocación y lleve a término con su poder todo vuestro deseo de hacer el bien (II Tes. 1, 11).

Que el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y los afiance en toda obra y palabra buena (II Tes. 2, 16-17).



viernes, 17 de enero de 2020

LA MALDICIÓN DE JOSÉ TOMÁS


“Beberemos en el cráneo del traidor
y con sus dientes haremos un collar.
De sus huesos haremos flautas,
de su piel haremos un tambor.
Entonces, bailaremos” ([1])



Las estribaciones provenientes de las cordilleras de los Andes y de la Costa están constituidas por cerros, colinas y pequeñas elevaciones en el valle de Santiago, conocidas como las “islas de Santiago”. Los cerros  San Cristóbal, Calán y San Lucía se destacan por su altura; pero Cerro Blanco sobresale no por su altura sino por su arqueología, su cultura étnica picunche, su belleza natural reinante en todo el paraje de ensueño, su ambiente sobrecogedor donde parece que las piedras, las pequeñas corrientes de agua, el cielo, las nubes, los árboles y toda la fauna hablan cordialmente a los visitantes para darle la bienvenida. Principalmente, se distingue por sus canteras de rocas blancas que sirvieron y siguen sirviendo de primera piedra para la arquitectura santiaguina colonial y moderna ([2]).

Cerro Blanco sobresale no por su altura sino por su arqueología.

Durante el periodo de la colonización regido por la monarquía española se generaliza el reparto de tierras bajo la modalidad de encomienda. Mediante este, el Rey asigna a sus conquistadores una porción de terreno junto a sus habitantes aborígenes, bajo el compromiso de que los evangelicen y trabajen sometidos a la autoridad del encomendero. La evangelización queda a cargo de los misioneros recoletos agustinos, jesuitas, franciscanos y de otras órdenes religiosas. El trabajo queda sujeto a las disposiciones de la institución de las encomiendas.

Cuando los conquistadores españoles Pedro de Valdivia y la famosa extremeña Inés de Suárez recorren la región, simultáneamente otorgan encomiendas entre sus compatriotas amigos y protegidos. Inés llega a Chile, procedente de España, en un viaje exploratorio donde también viene otro extremeño, don José Exequiel Bote, quien bajo la influencia de Inés tiene la suerte de ser favorecido, al recibir bajo su responsabilidad, una encomienda conocida bajo la denominación “San Agustín”, en honor al Obispo de Hipona, Doctor, Padre de la Iglesia, Santo y Protector de los misioneros recoletos.

La figura de José Tomás Bote tiene su origen en dicha encomienda “San Agustín” pues vino al mundo como consecuencia del linaje entre Exequiel y una de las indígenas mapuche bajo su servidumbre y su querencia. Como gracia especial poco común, el padre reconoce, consiente y protege a su vástago al darle su apellido, mantenerlo en “San Agustín”, educarlo en conocimientos y valores para que le releve en sus funciones de representante del Rey en las lejanas tierras americanas del cono sur.

José Tomás Bote, a medida que crece en edad y estatura, guiado siempre por su padre, trabaja afanosamente junto a este, aprende a administrar la encomienda, se adiestra en manejar eficientemente la conflictiva comunidad indígena encomendada, se relaciona sin distingos de raza con los encomenderos vecinos y llega a convertirse en un célebre líder en todo el valle de Santiago.

Exequiel tiene un desliz con otra de sus preferidas mujeres de servicio en la casa solariega. De esta relación nace un hermano de José Tomás por parte de padre. Se trata de Huenchullán ([3]), quien se cría, crece, se desarrolla y trabaja en la misma encomienda de su hermano; pero en vivienda pobre y separada del solar patronal dentro de la misma encomienda.

Los pequeños José Tomás y Huenchullán son tremendos, se juntan con frecuencia para jugar, corretear al aire libre,  cazar pequeños animales y bañarse en pozos del río Mapocho, sin nunca saber que son hermanos por parte de padre. El candor de la infancia da paso a la intriga con la adquisición del uso de razón. Van creciendo juntos en medio de un entorno distinto y opuesto, no por su linaje sino por su condición social. Ambos trabajan arduamente en “San Agustín”, José Tomás como capataz y Huenchullán como operario sumiso. El jefe es severo y exigente; el obrero es infatigable, rendidor en el trabajo y soñador de buen futuro. La fortuna de uno es envidia para el otro. El éxito de uno induce a la superación. Los sueños inalcanzables del otro provocan resentimiento.

José Tomás no se aparta de la tradición ancestral mapuche heredada de su madre y se le ve recorrer frecuentemente las laderas de cerro Blanco, o mejor dicho, el “Apu Wechuraba” ([4]), como se lo presentó su madre. Siente amor, respeto y veneración a toda la naturaleza que le rodea en su frecuente recorrido por el cerro. Cuando conquista la cima, logra conectarse con Dios, divisa gran  parte del paisaje del valle y conversa con el sol y la luna. Jamás se pierde de pasar todo el día de “We tripantu” ([5]) en cerro Blanco, correspondiente al 24 de junio de cada año, para estar presente el día más corto y la noche más larga y así disfrutar el amanecer y el crepúsculo más espectaculares del año. A pesar de estar evangelizado y bautizado, rinde culto a los guardianes espirituales del cerro mediante las piedras tacitas.

Piedras tacitas.

En un día “kila ante” ([6]), a las tres  de la madrugada, José Tomás deposita, en distintas piedras tacitas, granos de trigo, maíz, avena, arroz y variados condimentos para ofrecerlos al guardián espiritual de cerro Blanco, con quien más se comunica y a quien más admira tras numerosas bondades recibidas en su ritual íntimo y habitual. Está bajo plena concentración y apartado de todo cuanto le rodea, cuando sorpresivamente recibe en la boca el terrible impacto de una piedra lanzada desde los arbustos cercanos por alguien a quien no logra identificar en medio de la oscuridad nocturna. Mareado a causa del fulminante golpe, tambaleándose y sangrando abundantemente por la herida bucal, arranca José Tomás a perseguir al villano. Siente más curiosidad por identificar al agresor que venganza, pero todo su esfuerzo es en vano porque el pillo le gana en velocidad. Furioso y muy adolorido se detiene con la mirada puesta en el vacío sin lograr reconocer al agresor. Entonces, José Tomás pronuncia, gritando con ira y energía, su juramento contra “los lanzas” ([7]):

“Malditos los lanzas, maldito quien atentó contra mi persona, malditos sus descendientes hasta la quinta generación”.

De regreso a su casa en “San Agustín” se limpia el rostro ensangrentado y, con gran pesar, descubre dos piezas dentales rotas. Cuenta con dos alternativas para remediar el daño provocado en su dentadura: la primera, acudir a un machi ([8]), quien procurará curar la dolencia sin llegar a reponer el trastorno físico de la rotura dental; la segunda, recurrir, encomendarse y pedirle a la patrona de los odontólogos, Santa Apolonia, alivio para el dolor y protección ante nuevos accidentes.

Huenchullán se destaca entre sus compañeros de servidumbre en “San Agustín” por su contextura fuerte, su vigor varonil, su talla sobresaliente y su excelente rendimiento en el duro trabajo de labranza. Se trata de una personalidad extrovertida, arrogante, presuntuosa y ambiciosa, con firme disposición de llegar a ser superior por encima de los demás y con decisivo propósito de liderazgo y mando en todo el valle.
Con frecuencia no se cuida de manifestar públicamente su disgusto por los duros castigos que el capataz inflige a los indígenas, por el maltrato  y desprecio del clan familiar de don Exequiel hacia sus subordinados. No pierde ocasión para expresar fuertes críticas al sistema político reinante, enunciar y difundir los postulados evangélicos que les han predicado sus misioneros y alentar a sus congéneres explotados para que no permanezcan indiferentes en medio de las circunstancias adversas en que viven. En ocasiones esporádicas que ha interactuado con otras comunidades indígenas del valle de  Santiago ha conocido gente de su misma raza que sienten y piensa igual que él, lo que ha provocado que se sienta más seguro en su inquietante idealismo y en sus sentimientos adversos a quienes está sometido.
A medida que pasan días, semanas, meses y años todas sus ideas, aspiraciones y sueños se truncan ante la inevitable e insustituible presencia de José Tomás, quien  por su condición de ineludible heredero, en algún momento sustituirá a don Exequiel y se convertirá en el nuevo dueño de “San Agustín” con todos sus privilegios. Entonces surgen en su espíritu sentimientos de envidia, odio y resentimiento  contra el capataz, contra quienes le acompañan y contra todos quienes están por encima de él. Para Huenchullán es totalmente inaceptable e insoportable la idea de estar sometido a José Tomás. Preferiría la muerte antes que eso. No importa qué tipo de muerte. Pero es mejor la muerte del capataz que la del jornalero.

Cuando ya han pasado  días, semanas, meses y años, ya don José Tomás Bote es el nuevo dueño de la encomienda “San Agustín”, cuando una violenta revuelta altera la habitual tranquilidad de los habitantes del valle de Santiago. Un puñado de aborígenes fugados de varias encomiendas y liderizados por la célebre “piedra varonil” representada por Huenchullán dominan a los desprevenidos guardias de la ciudad capital y toman por sorpresa los puestos emblemáticos del poder español en el valle de Santiago. La respuesta no se hace esperar y rápidamente los refuerzos de las brigadas españolas los acosa con superioridad numérica y estratégica. Los subversivos se ven obligados a retirarse y fugarse en el cerro Blanco, ya no para tomar el poder, sino para resistir y librarse de la ahorca.

Comisionado por el Gobernador, José Tomás sube al cerro Blanco, en calidad de comandante de la tropa, para controlar totalmente  el detestable amotinamiento que conmociona a toda la región. Las huestes de Huenchullán ofrecen recia resistencia durante varias horas, pero al final, ya extenuados, con numerosas bajas y sin recursos tácticos, deciden entregarse, solicitar armisticio y exigir justo trato a los vencedores. Los jefes de ambos bandos rechazan rotundamente tal propuesta. Por parte del bando oficialista, José Tomás se niega terminantemente a negociar y se afinca en amenazar a los conjurados con la aplicación rigurosa de las leyes contempladas para el caso. Por la otra parte, Huenchullán se resiste a entregarse y deja en libertad que sus seguidores tomen decisiones por su cuenta. Como consecuencia de tal situación presentada, los indígenas rendidos van siendo apresados y una compañía sale en persecución del obstinado jefe  rebelde que prefiere morir a entregarse a la justicia. Finalmente, el jefe del pelotón se presenta ante su comandante para informarle que el cabecilla de la rebelión yace gravemente herido y que desea hablarle. De inmediato, José Tomás se dirige a donde esta tendido Huenchullán, sumamente ensangrentado por numerosas heridas, sometido a fuertes convulsiones y con plenitud de conciencia y de habla, pero, con aspecto físico profunda e impresionantemente desfigurado. Casi sin poder hablar debido a la abundante sangre acumulada en la boca, le confiesa a su jefe de “San Agustín” que está arrepentido de todo lo que ha hecho, y que antes de fallecer quiere manifestarle que había atentado lunas atrás contra su vida en este mismo cerro un día de “kila ante”, cuando intentó matarlo a pedrada limpia sin lograr su objetivo, e inmediatamente dicho esto, sin poder expresar más cosas, Huenchullán fallece en brazos de José Tomás.

Finalizada la ardua tarea de someter a los indígenas sublevados, José Tomás se reúne con el gobernador para rendir cuenta de su actuación en Cerro Blanco. En el ambiente de la reunión priva el regocijo del triunfo por encima de la incomodidad del suceso. No faltan las congratulaciones mutuas por el éxito de la operación. Pero tampoco están ausentes las sorpresas en esta sesión de rendición de cuentas. El servicio de inteligencia de la gobernación cuando investigó exhaustivamente vida y milagros del jefe de la cabecilla descubrió que Huenchullán es vástago del finado don José Exequiel Bote con una de sus preferidas mujeres sometidas a su servicio personal. Entonces le dice el Gobernador a José Tomás:
-“Con que Huenchullán era tu hermano y no me lo habías dicho”.
Estupefacto e impresionado, con mucha dificultad para sobreponerse de lo que se le informa, José Tomás responde con una pregunta:
-“Carajo, cómo le iba a decir, ¿si me estoy informando en este preciso momento?”                     

Esa noche José Tomás Bote no puede conciliar el sueño tras el impresionante acontecimiento de haber develado dos incógnitas insospechadas e imposibles de creer hasta el momento que las descubrió; pero de ahora en adelante convertidas en duras y doloras realidad. Se enteró que su propio hermano le provocó el daño irreversible en su dentadura, y simultáneamente, cae en cuenta que Huenchullán fue hermano suyo, cómplice de sus maldades infantiles, pero hostil en la vida transcurrida en “San Ignacio”. Con estas reflexiones decide retornar al cerro Blanco para neutralizar el insomnio.
Una vez que se instala en la cima, con vista frente a las oscuras siluetas de las islas de Santiago, bajo el nítido resplandor de la luna y estrellas, y en medio del silencio interrumpido únicamente por el lenguaje de la fauna nocturna del cerro, se le viene a la memoria la última imagen de su hermano. Lo más impresionante y relevante que se le presenta a su imaginaria vista son las numerosas grietas presentes en casi todas las piezas dentales de su hermano, prácticamente, sin un diente, muela o colmillo sin las fisuras propias del padecimiento severo de caries. Sería por el gran espíritu guardián del cerro, o tal vez, por intuición propia, que le viene súbitamente la inspiración para concluir tajantemente que por la excesiva cantidad de dientes dañados el occiso nunca usó cepillo dental ([9]), y además, que su maldición proferida en una oscura noche en este mismo cerro empezó a cumplirse hoy, en este tormentoso día, al castigar precisamente a su hermano  con la boca llena de sangre y toda la dentadura partida.

Por medio de relatos transmitidos en las tertulias familiares, sin la certeza de su realidad o falsedad por falta de documentación, se tiene conocimiento de que la maldición de José Tomás prosiguió en sucesivas generaciones hasta cumplirse cabalmente.

Se cuenta que Sayen ([10]) descendiente en la primera generación del linaje de Huenchullán perdió la vida al ahorcarse colgada de un gran ciprés calvo (Taxodium distichum) en el solar detrás de su casa. Según la nota que dejó clavada en el tallo del árbol la preciosa mujer en plena edad del gozar sus dotes femeninos se veía impedida del placer de besar boca a boca por causa del padecimiento de una periodontitis, enfermedad infecciosa progresiva de las encías que penetra también la estructura ósea alrededor de los dientes, con secuela del desprendimiento de las piezas dentales. No soportó su desdicha.

El segundo descendiente de Huenchullán se llamaba Tahiel ([11]), muy conocido y estimado por la comunidad donde vivió en momentos que la población común no conocía la existencia del cáncer bucal (a excepción de los médicos), sin embargo, llegaron a darse  casos de padecimiento de este mal, debido al consumo exagerado de alcohol, inhalación extrema de tabaco, exposición intensiva bajo el sol y alimentación deficiente de vitaminas A, E, y mineral de Hierro. Estas causales junto a la falta de una adecuada limpieza habitual provocan el albergue de muchos gérmenes y bacterias que originan llagas, inflamación de tejidos adyacentes y úlceras bucales, las cuales a través de largo tiempo sin tratamiento, se convierten en cáncer. Fue lo que provocó la larga enfermedad y dolorosa muerte de Tahiel. Sus cenizas cremadas fueron esparcidas en la cima del cerro Blanco, donde se originó la maldición de José Tomás.

La tradición oral transmitida de generación en generación revela que la encantadora Avilen ([12]) vivía permanentemente en este estado de ansiedad y de estrés. La predisposición genética, los factores ambientales y la historia familiar son algunas de las muchas posibilidades del origen de la ansiedad. Este trastorno emocional afecta la salud física en distintas dimensiones y se manifiesta con un  corazón acelerado, sensación de hormigueo, falta de aire, sudoración, mareo, dolor de cabeza, dolores musculares e insomnio. Bajo este complicado estado fue que a Avilen adquirió el hábito de apretar los dientes superiores e inferiores de forma inconsciente e involuntaria, tanto por el día como durante la noche, lo que los galenos identifican como bruxismo. En muy poco tiempo se desgastaron sus piezas dentales, y simultáneamente, se originaron insoportables cefaleas, dolores en la zona muscular, en el cuello, en la mandíbula y en el oído. Su estado de ansiedad, unido a sus terribles dolencias, se lanzó al vacío en el cerro vigilante del valle de Santiago, el pico El Plomo, y de esta manera, se cumplió la maldición de José Tomas en la tercera generación.

Con Raiquen ([13]) continuó la seguidilla de tragedias invocadas por José Tomás contra su agresor. En esta oportunidad los tradicionales cuentos narrados en agradables reuniones familiares señalan que la maldición de José Tomás se cumplió a causa de una silicosis  que padeció Raiquen, quien trabajó desde muy joven en las canteras de cerro Blanco. Durante casi toda su vida aspiró el polvillo de sílice, lo que le provocó inflamación crónica en los pulmones, daños irreversibles en los tejidos de los órganos respiratorios, y finalmente, su muerte desesperante y angustiosa por asfixia.

Finalmente, ya en la quinta generación de Huenchullán se cumplió totalmente la maldición de José Tomás, cuando en cierta ocasión la bella joven Eluney ([14]) paseaba alegremente en su elegante y fino corcel por las riberas del rio Mapocho.  Al pasar por debajo de una larga rama de un boldo ([15]) tropezó y alborotó un enjambre de avispas, que de inmediato, la atacaron masivamente en la boca y en todo su delicado cuerpo. El agitado  y brioso caballo en ademan de instinto de conservación se encabrestó, la tumbó al suelo y despareció en veloz huida. Eluney murió instantáneamente.

FIN
Ciudad Alianza, 19/10/2019.-

Bibliografía consultada:
Dirección de Extensión Facultad de Odontología Universidad de Chile:
Orden misionera de los agustinos recoletos, https://es.wikipedia.org/wiki/Orden_de_Agustinos_Recoletos
El guardián de cerro Blanco, e Inti wawa, por Claudio Pizarro:
Los cerros sagrados de Santiago:
Obras rupestres de la cuenca de Santiago, por Patricio Bustamante Díaz  y Ricardo Moyano:
30 hitos de la odontología:
Biblioteca práctica Salvat, 12 tomos, El libro guía de la medicina familiar, tomos 11 y 12.-
Léxico relacionado:
https://es.wikipedia.org/wiki/Huaca 




[1] Canción de guerra de los Incas, http://www7.uc.cl/sw_educ/historia/america/html/not36.html
[2] Construcciones coloniales: la catedral, los edificios públicos, los conventos, los hospitales, los hospicios, los cuarteles y las reconstrucciones a causa de terremotos. Entre algunas edificaciones modernas que han utilizado piedras de cerro Blanco se pueden mencionar la Moneda, los rascacielos antisísmicos y estaciones del metro.-
[3] Nombre propio de origen mapuche que significa piedra varonil o piedra desde donde salen varones.-
[4] “Apu Wechuraba” es la denominación mapuche original de cerro Blanco. Apu significa montaña sagrada, y Wechuraba era el nombre de un famoso cacique mapuche.-
[5] We tripantu o wüñoy Tripantu es el vocablo mapuche para referirse al solsticio de invierno austral entre el 21 y el 24 de junio.-
[6] En lenguaje mapuche significa miércoles.-
[7] Vocablo chileno para identificar a una persona que se dedica a robar a los transeúntes por sorpresa o a hurtos callejeros, y que generalmente escapa corriendo.-
[8] Machi es un médico hechicero que curaba los males del cuerpo y del alma; tenía poderes para invocar a las fuerzas de la naturaleza.-
[9] Durante el periodo colonial se le dotaba al personal sometido a una encomienda un pequeño cepillo con cerdas de puerco adheridas a un mango de hueso y se les  enseñaba e instruía acerca de cómo usarlo.-
[10] Sayen significa "mujer de gran corazón", "cariñosa" y es un nombre de niña de origen mapuche. (nombres en mapuche).-
[11] Nombre de origen mapuche que significa hombre libre.-
[12] Nombre mapuche femenino que significa: estar alegre.-
[13] Nombre de origen mapudungun o mapuche que significa: pájaro nocturno.-
[14] "Regalo del cielo" (nombres de origen mapuche).-
[15] El boldo (Peumus boldus) es especie del género monotípico de la familia de las monimiáceas, endémico de Sudamérica, específicamente el centro de Chile.-