“Beberemos en el cráneo del traidor
y con sus dientes haremos un collar.
De sus huesos haremos flautas,
de su piel haremos un tambor.
Entonces, bailaremos” ([1])
Las estribaciones provenientes de las cordilleras de los
Andes y de la Costa están constituidas por cerros, colinas y pequeñas
elevaciones en el valle de Santiago, conocidas como las “islas de Santiago”. Los
cerros San Cristóbal, Calán y San Lucía
se destacan por su altura; pero Cerro Blanco sobresale no por su altura sino
por su arqueología, su cultura étnica picunche, su belleza natural reinante en
todo el paraje de ensueño, su ambiente sobrecogedor donde parece que las
piedras, las pequeñas corrientes de agua, el cielo, las nubes, los árboles y
toda la fauna hablan cordialmente a los visitantes para darle la bienvenida. Principalmente,
se distingue por sus canteras de rocas blancas que sirvieron y siguen sirviendo
de primera piedra para la arquitectura santiaguina colonial y moderna ([2]).
Cerro Blanco sobresale no por su altura sino
por su arqueología.
Durante el periodo de la colonización regido por la
monarquía española se generaliza el reparto de tierras bajo la modalidad de
encomienda. Mediante este, el Rey asigna a sus conquistadores una porción de
terreno junto a sus habitantes aborígenes, bajo el compromiso de que los
evangelicen y trabajen sometidos a la autoridad del encomendero. La
evangelización queda a cargo de los misioneros recoletos agustinos, jesuitas, franciscanos
y de otras órdenes religiosas. El trabajo queda sujeto a las disposiciones de
la institución de las encomiendas.
Cuando los conquistadores españoles Pedro de Valdivia y la
famosa extremeña Inés de Suárez recorren la región, simultáneamente otorgan
encomiendas entre sus compatriotas amigos y protegidos. Inés llega a Chile,
procedente de España, en un viaje exploratorio donde también viene otro
extremeño, don José Exequiel Bote, quien bajo la influencia de Inés tiene la
suerte de ser favorecido, al recibir bajo su responsabilidad, una encomienda conocida
bajo la denominación “San Agustín”, en honor al Obispo de Hipona, Doctor, Padre
de la Iglesia, Santo y Protector de los misioneros recoletos.
La figura de José Tomás Bote tiene su origen en dicha
encomienda “San Agustín” pues vino al mundo como consecuencia del linaje entre Exequiel
y una de las indígenas mapuche bajo su servidumbre y su querencia. Como gracia
especial poco común, el padre reconoce, consiente y protege a su vástago al
darle su apellido, mantenerlo en “San Agustín”, educarlo en conocimientos y
valores para que le releve en sus funciones de representante del Rey en las
lejanas tierras americanas del cono sur.
José Tomás Bote, a medida que crece en edad y estatura,
guiado siempre por su padre, trabaja afanosamente junto a este, aprende a
administrar la encomienda, se adiestra en manejar eficientemente la conflictiva
comunidad indígena encomendada, se relaciona sin distingos de raza con los
encomenderos vecinos y llega a convertirse en un célebre líder en todo el valle
de Santiago.
Exequiel tiene un desliz con otra de sus preferidas mujeres
de servicio en la casa solariega. De esta relación nace un hermano de José
Tomás por parte de padre. Se trata de Huenchullán ([3]), quien
se cría, crece, se desarrolla y trabaja en la misma encomienda de su hermano;
pero en vivienda pobre y separada del solar patronal dentro de la misma
encomienda.
Los pequeños José Tomás y Huenchullán son tremendos, se
juntan con frecuencia para jugar, corretear al aire libre, cazar pequeños animales y bañarse en pozos del
río Mapocho, sin nunca saber que son hermanos por parte de padre. El candor de
la infancia da paso a la intriga con la adquisición del uso de razón. Van
creciendo juntos en medio de un entorno distinto y opuesto, no por su linaje
sino por su condición social. Ambos trabajan arduamente en “San Agustín”, José Tomás
como capataz y Huenchullán como operario sumiso. El jefe es severo y exigente;
el obrero es infatigable, rendidor en el trabajo y soñador de buen futuro. La
fortuna de uno es envidia para el otro. El éxito de uno induce a la superación.
Los sueños inalcanzables del otro provocan resentimiento.
José Tomás no se aparta de la tradición ancestral mapuche
heredada de su madre y se le ve recorrer frecuentemente las laderas de cerro
Blanco, o mejor dicho, el “Apu Wechuraba” ([4]), como
se lo presentó su madre. Siente amor, respeto y veneración a toda la naturaleza
que le rodea en su frecuente recorrido por el cerro. Cuando conquista la cima,
logra conectarse con Dios, divisa gran
parte del paisaje del valle y conversa con el sol y la luna. Jamás se
pierde de pasar todo el día de “We tripantu” ([5]) en
cerro Blanco, correspondiente al 24 de junio de cada año, para estar presente
el día más corto y la noche más larga y así disfrutar el amanecer y el
crepúsculo más espectaculares del año. A pesar de estar evangelizado y
bautizado, rinde culto a los guardianes espirituales del cerro mediante las
piedras tacitas.
Piedras tacitas.
En un día “kila ante” ([6]), a las
tres de la madrugada, José Tomás
deposita, en distintas piedras tacitas, granos de trigo, maíz, avena, arroz y
variados condimentos para ofrecerlos al guardián espiritual de cerro Blanco,
con quien más se comunica y a quien más admira tras numerosas bondades
recibidas en su ritual íntimo y habitual. Está bajo plena concentración y
apartado de todo cuanto le rodea, cuando sorpresivamente recibe en la boca el
terrible impacto de una piedra lanzada desde los arbustos cercanos por alguien a
quien no logra identificar en medio de la oscuridad nocturna. Mareado a causa del
fulminante golpe, tambaleándose y sangrando abundantemente por la herida bucal,
arranca José Tomás a perseguir al villano. Siente más curiosidad por
identificar al agresor que venganza, pero todo su esfuerzo es en vano porque el
pillo le gana en velocidad. Furioso y muy adolorido se detiene con la mirada
puesta en el vacío sin lograr reconocer al agresor. Entonces, José Tomás
pronuncia, gritando con ira y energía, su juramento contra “los lanzas” ([7]):
“Malditos los lanzas, maldito
quien atentó contra mi persona, malditos sus descendientes hasta la quinta generación”.
De regreso a su casa en “San Agustín” se limpia el rostro
ensangrentado y, con gran pesar, descubre dos piezas dentales rotas. Cuenta con
dos alternativas para remediar el daño provocado en su dentadura: la primera,
acudir a un machi ([8]), quien
procurará curar la dolencia sin llegar a reponer el trastorno físico de la
rotura dental; la segunda, recurrir, encomendarse y pedirle a la patrona de los
odontólogos, Santa Apolonia, alivio para el dolor y protección ante nuevos
accidentes.
Huenchullán se destaca entre sus compañeros de servidumbre
en “San Agustín” por su contextura fuerte, su vigor varonil, su talla
sobresaliente y su excelente rendimiento en el duro trabajo de labranza. Se
trata de una personalidad extrovertida, arrogante, presuntuosa y ambiciosa, con
firme disposición de llegar a ser superior por encima de los demás y con
decisivo propósito de liderazgo y mando en todo el valle.
Con frecuencia no se cuida de manifestar públicamente su
disgusto por los duros castigos que el capataz inflige a los indígenas, por el
maltrato y desprecio del clan familiar
de don Exequiel hacia sus subordinados. No pierde ocasión para expresar fuertes
críticas al sistema político reinante, enunciar y difundir los postulados
evangélicos que les han predicado sus misioneros y alentar a sus congéneres
explotados para que no permanezcan indiferentes en medio de las circunstancias
adversas en que viven. En ocasiones esporádicas que ha interactuado con otras
comunidades indígenas del valle de
Santiago ha conocido gente de su misma raza que sienten y piensa igual
que él, lo que ha provocado que se sienta más seguro en su inquietante
idealismo y en sus sentimientos adversos a quienes está sometido.
A medida que pasan días, semanas, meses y años todas sus
ideas, aspiraciones y sueños se truncan ante la inevitable e insustituible
presencia de José Tomás, quien por su
condición de ineludible heredero, en algún momento sustituirá a don Exequiel y
se convertirá en el nuevo dueño de “San Agustín” con todos sus privilegios.
Entonces surgen en su espíritu sentimientos de envidia, odio y
resentimiento contra el capataz, contra
quienes le acompañan y contra todos quienes están por encima de él. Para Huenchullán
es totalmente inaceptable e insoportable la idea de estar sometido a José
Tomás. Preferiría la muerte antes que eso. No importa qué tipo de muerte. Pero
es mejor la muerte del capataz que la del jornalero.
Cuando ya han pasado días, semanas, meses y años, ya don José Tomás
Bote es el nuevo dueño de la encomienda “San Agustín”, cuando una violenta
revuelta altera la habitual tranquilidad de los habitantes del valle de
Santiago. Un puñado de aborígenes fugados de varias encomiendas y liderizados
por la célebre “piedra varonil” representada por Huenchullán dominan a los desprevenidos
guardias de la ciudad capital y toman por sorpresa los puestos emblemáticos del
poder español en el valle de Santiago. La respuesta no se hace esperar y
rápidamente los refuerzos de las brigadas españolas los acosa con superioridad
numérica y estratégica. Los subversivos se ven obligados a retirarse y fugarse
en el cerro Blanco, ya no para tomar el poder, sino para resistir y librarse de
la ahorca.
Comisionado por el Gobernador, José Tomás sube al cerro
Blanco, en calidad de comandante de la tropa, para controlar totalmente el detestable amotinamiento que conmociona a
toda la región. Las huestes de Huenchullán ofrecen recia resistencia durante
varias horas, pero al final, ya extenuados, con numerosas bajas y sin recursos
tácticos, deciden entregarse, solicitar armisticio y exigir justo trato a los
vencedores. Los jefes de ambos bandos rechazan rotundamente tal propuesta. Por
parte del bando oficialista, José Tomás se niega terminantemente a negociar y
se afinca en amenazar a los conjurados con la aplicación rigurosa de las leyes
contempladas para el caso. Por la otra parte, Huenchullán se resiste a
entregarse y deja en libertad que sus seguidores tomen decisiones por su
cuenta. Como consecuencia de tal situación presentada, los indígenas rendidos van
siendo apresados y una compañía sale en persecución del obstinado jefe rebelde que prefiere morir a entregarse a la
justicia. Finalmente, el jefe del pelotón se
presenta ante su comandante para informarle que el cabecilla de la rebelión
yace gravemente herido y que desea hablarle. De inmediato, José Tomás se dirige
a donde esta tendido Huenchullán, sumamente ensangrentado por numerosas
heridas, sometido a fuertes convulsiones y con plenitud de conciencia y de
habla, pero, con aspecto físico profunda e impresionantemente desfigurado. Casi
sin poder hablar debido a la abundante sangre acumulada en la boca, le confiesa
a su jefe de “San Agustín” que está arrepentido de todo lo que ha hecho, y que
antes de fallecer quiere manifestarle que había atentado lunas atrás contra su
vida en este mismo cerro un día de “kila ante”, cuando intentó matarlo a
pedrada limpia sin lograr su objetivo, e inmediatamente dicho esto, sin poder
expresar más cosas, Huenchullán fallece en brazos de José Tomás.
Finalizada la ardua tarea de someter a los indígenas
sublevados, José Tomás se reúne con el gobernador para rendir cuenta de su
actuación en Cerro Blanco. En el ambiente de la reunión priva el regocijo del
triunfo por encima de la incomodidad del suceso. No faltan las congratulaciones
mutuas por el éxito de la operación. Pero tampoco están ausentes las sorpresas
en esta sesión de rendición de cuentas. El servicio de inteligencia de la
gobernación cuando investigó exhaustivamente vida y milagros del jefe de la
cabecilla descubrió que Huenchullán es vástago del finado don José Exequiel
Bote con una de sus preferidas mujeres sometidas a su servicio personal. Entonces
le dice el Gobernador a José Tomás:
-“Con que Huenchullán era tu hermano y no me
lo habías dicho”.
Estupefacto e impresionado, con mucha dificultad para
sobreponerse de lo que se le informa, José Tomás responde con una pregunta:
-“Carajo, cómo le iba a decir, ¿si
me estoy informando en este preciso momento?”
Esa noche José Tomás Bote no puede conciliar el sueño tras
el impresionante acontecimiento de haber develado dos incógnitas insospechadas e
imposibles de creer hasta el momento que las descubrió; pero de ahora en
adelante convertidas en duras y doloras realidad. Se enteró que su propio
hermano le provocó el daño irreversible en su dentadura, y simultáneamente, cae
en cuenta que Huenchullán fue hermano suyo, cómplice de sus maldades
infantiles, pero hostil en la vida transcurrida en “San Ignacio”. Con estas
reflexiones decide retornar al cerro Blanco para neutralizar el insomnio.
Una vez que se instala en la cima, con vista frente a las
oscuras siluetas de las islas de Santiago, bajo el nítido resplandor de la luna
y estrellas, y en medio del silencio interrumpido únicamente por el lenguaje de
la fauna nocturna del cerro, se le viene a la memoria la última imagen de su
hermano. Lo más impresionante y relevante que se le presenta a su imaginaria
vista son las numerosas grietas presentes en casi todas las piezas dentales de
su hermano, prácticamente, sin un diente, muela o colmillo sin las fisuras propias
del padecimiento severo de caries. Sería por el gran espíritu guardián del
cerro, o tal vez, por intuición propia, que le viene súbitamente la inspiración
para concluir tajantemente que por la excesiva cantidad de dientes dañados el
occiso nunca usó cepillo dental ([9]), y
además, que su maldición proferida en una oscura noche en este mismo cerro
empezó a cumplirse hoy, en este tormentoso día, al castigar precisamente a su
hermano con la boca llena de sangre y
toda la dentadura partida.
Por medio de relatos transmitidos en las tertulias
familiares, sin la certeza de su realidad o falsedad por falta de
documentación, se tiene conocimiento de que la maldición de José Tomás prosiguió
en sucesivas generaciones hasta cumplirse cabalmente.
Se cuenta que Sayen ([10])
descendiente en la primera generación del linaje de Huenchullán perdió la vida
al ahorcarse colgada de un gran ciprés calvo (Taxodium distichum) en el solar
detrás de su casa. Según la nota que dejó clavada en el tallo del árbol la
preciosa mujer en plena edad del gozar sus dotes femeninos se veía impedida del
placer de besar boca a boca por causa del padecimiento de una periodontitis,
enfermedad infecciosa progresiva de las encías que penetra también la
estructura ósea alrededor de los dientes, con secuela del desprendimiento de
las piezas dentales. No soportó su desdicha.
El segundo descendiente de Huenchullán se llamaba Tahiel ([11]), muy
conocido y estimado por la comunidad donde vivió en momentos que la población
común no conocía la existencia del cáncer bucal (a excepción de los médicos),
sin embargo, llegaron a darse casos de
padecimiento de este mal, debido al consumo exagerado de alcohol, inhalación
extrema de tabaco, exposición intensiva bajo el sol y alimentación deficiente
de vitaminas A, E, y mineral de Hierro. Estas causales junto a la falta de una
adecuada limpieza habitual provocan el albergue de muchos gérmenes y bacterias
que originan llagas, inflamación de tejidos adyacentes y úlceras bucales, las
cuales a través de largo tiempo sin tratamiento, se convierten en cáncer. Fue
lo que provocó la larga enfermedad y dolorosa muerte de Tahiel. Sus cenizas
cremadas fueron esparcidas en la cima del cerro Blanco, donde se originó la
maldición de José Tomás.
La tradición oral transmitida de generación en generación
revela que la encantadora Avilen ([12]) vivía
permanentemente en este estado de ansiedad y de estrés. La predisposición
genética, los factores ambientales y la historia familiar son algunas de las
muchas posibilidades del origen de la ansiedad. Este trastorno emocional afecta la salud física en
distintas dimensiones y se manifiesta con un corazón acelerado, sensación de hormigueo,
falta de aire, sudoración, mareo, dolor de cabeza, dolores musculares e
insomnio. Bajo este complicado estado fue que a Avilen adquirió el hábito
de apretar los dientes superiores e inferiores de forma inconsciente e
involuntaria, tanto por el día como durante la noche, lo que los galenos
identifican como bruxismo. En muy poco tiempo se desgastaron sus piezas
dentales, y simultáneamente, se originaron insoportables cefaleas, dolores en
la zona muscular, en el cuello, en la mandíbula y en el oído. Su estado de
ansiedad, unido a sus terribles dolencias, se lanzó al vacío en el cerro
vigilante del valle de Santiago, el pico El Plomo, y de esta manera, se cumplió
la maldición de José Tomas en la tercera generación.
Con Raiquen ([13])
continuó la seguidilla de tragedias invocadas por José Tomás contra su agresor.
En esta oportunidad los tradicionales cuentos narrados en agradables reuniones
familiares señalan que la maldición de José Tomás se cumplió a causa de una
silicosis que padeció Raiquen, quien
trabajó desde muy joven en las canteras de cerro Blanco. Durante casi toda su
vida aspiró el polvillo de sílice, lo que le provocó inflamación crónica en los
pulmones, daños irreversibles en los tejidos de los órganos respiratorios, y
finalmente, su muerte desesperante y angustiosa por asfixia.
Finalmente,
ya en la quinta generación de Huenchullán se cumplió totalmente la maldición de
José Tomás, cuando en cierta ocasión la bella joven Eluney ([14])
paseaba alegremente en su elegante y fino corcel por las riberas del rio
Mapocho. Al pasar por debajo de una
larga rama de un boldo ([15])
tropezó y alborotó un enjambre de avispas, que de inmediato, la atacaron
masivamente en la boca y en todo su delicado cuerpo. El agitado y brioso caballo en ademan de instinto de
conservación se encabrestó, la tumbó al suelo y despareció en veloz huida. Eluney
murió instantáneamente.
FIN
Ciudad Alianza, 19/10/2019.-
Bibliografía consultada:
Dirección de Extensión Facultad de Odontología Universidad
de Chile:
Primera gran rebelión mapuche, http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-721.html
Orden misionera de los agustinos recoletos, https://es.wikipedia.org/wiki/Orden_de_Agustinos_Recoletos
El guardián de cerro Blanco, e Inti wawa, por Claudio
Pizarro:
Los cerros sagrados de Santiago:
Obras rupestres de la cuenca de Santiago, por Patricio
Bustamante Díaz y Ricardo Moyano:
Historia del cepillo de diente, https://www.odontologos.mx/odontologos/noticias/1053/historia-del-cepillo-dental
30 hitos de la odontología:
Biblioteca práctica Salvat, 12 tomos, El libro guía de la
medicina familiar, tomos 11 y 12.-
Léxico relacionado:
https://es.wikipedia.org/wiki/Huaca
https://es.wikipedia.org/wiki/Ceque https://www.google.com/search?q=Chaman&rlz=1C1CHBF_esVE866VE866&oq=Chaman&aqs=chrome..69i57.2900j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8
[1] Canción de guerra de los Incas, http://www7.uc.cl/sw_educ/historia/america/html/not36.html
[2] Construcciones coloniales: la catedral, los edificios públicos, los conventos, los hospitales, los hospicios, los cuarteles y las reconstrucciones a causa de terremotos. Entre algunas edificaciones modernas que han utilizado piedras de cerro Blanco se pueden mencionar la Moneda, los rascacielos antisísmicos y estaciones del metro.-
[2] Construcciones coloniales: la catedral, los edificios públicos, los conventos, los hospitales, los hospicios, los cuarteles y las reconstrucciones a causa de terremotos. Entre algunas edificaciones modernas que han utilizado piedras de cerro Blanco se pueden mencionar la Moneda, los rascacielos antisísmicos y estaciones del metro.-
[3] Nombre
propio de origen mapuche que significa piedra varonil o piedra desde donde
salen varones.-
[4] “Apu
Wechuraba” es la denominación mapuche original de cerro Blanco. Apu significa
montaña sagrada, y Wechuraba era el nombre de un famoso cacique mapuche.-
[5] We tripantu
o wüñoy Tripantu es el vocablo mapuche para referirse al solsticio de invierno
austral entre el 21 y el 24 de junio.-
[7] Vocablo
chileno para identificar a una persona que se dedica a robar a los transeúntes
por sorpresa o a hurtos callejeros, y que generalmente escapa corriendo.-
[8] Machi es un
médico hechicero que curaba los males del cuerpo y del alma; tenía poderes para
invocar a las fuerzas de la naturaleza.-
[9] Durante el periodo colonial se le dotaba al personal
sometido a una encomienda un pequeño cepillo con cerdas de puerco adheridas a
un mango de hueso y se les enseñaba e
instruía acerca de cómo usarlo.-
[10] Sayen
significa "mujer de gran corazón", "cariñosa" y es un
nombre de niña de origen mapuche. (nombres en mapuche).-
[11] Nombre de origen
mapuche que significa hombre libre.-
[13] Nombre de origen mapudungun o mapuche que significa:
pájaro nocturno.-
[15] El boldo
(Peumus boldus) es especie del género monotípico de la familia de las
monimiáceas, endémico de Sudamérica, específicamente el centro de Chile.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario