jueves, 17 de agosto de 2017

ECLIPSE TOTAL DE SOL, VENEZUELA 1998



CUARTA JORNADA

"hay un punto en el camino donde se empieza a querer; el que no lo vió no supo cuándo, cómo, dónde fué"

Llegó el gran día esperado por todos los que estábamos congregados en la Península de Paraguaná para observar el fenómeno astrológico que no se volvería a presenciar en Venezuela hasta el año 2.075. Científicos, astrónomos aficionados, periodistas, astrólogos, autoridades civiles, turistas se habían adueñado de toda la zona umbral del eclipse, desde Colombia, Guajira, Maracaibo, Península de Paraguaná e islas del mar Caribe
Dormí como hacía noches no lo hacía, plácidamente, en ambiente de aire acondicionado, buen colchón, etc. Me bañé, y a las 5:30 a.m. estaba preparando un cafecito con leche espumosa. A las 6:oo a.m. llamé a las muchachas, quienes dormían profundamente. Ya para las 6:38 a.m. estaba despidiendo a José Antonio, quien salía todos los días a esa hora para recibir clases de post grado. Eran las 7:30 a.m., cuando nos despedíamos de Thays, María José y Nicola, puesto que salíamos a encontarnos con el grupo de franceses, y de allí mismo seguiríamos de retorno a Valencia. Levábamos dos morrales muy pesados que antes habían venido desde Valencia en el carro de Aly, pero que ahora, en transporte público se nos hacían más pesados. Sentí mucha satisfacción haber dejado mi maletín en el campamento de los franceses. Salimos de la residencia de José Antonio hacia el centro de Punto Fijo en un carrito por puesto, cuyo conductor se paró frente a nosotros y me dijo: -"Señor Juan, buenos días, ¿Va para el mercado?". Por supuesto que le respondí con un SI, rotundo y sin vacilación. Las muchachas andaban sorprendidas, porque un forastero de Valencia era reconocido por un chofer de Punto Fijo. Les expliqué que por casualidad era el mismo que nos había llevado a Juan Carlos y a mí, el día que salimos de pasajeros los dos para subir de excursión al cerro Santa Ana, que habíamos conversado mucho en el trayecto, hasta el punto de darnos a conocer mutuamente nuestros nombres, por lo que éste mismo chofer me llamó por mi nombre de pila esta segunda vez. Una vez en el centro de Punto Fijo nos desayunamos bien porque no sabíamos cómo se nos presentaría el resto del día, y de inmediato, partimos rumbo a Pueblo Nuevo en una buseta. Ya yo conocía muy bien cómo desenvolverme en estos menesteres de transporte público. Siempre me pareció un servicio mucho más práctico, ágil y atento, que el que recibimos entre Ciudad Alianza, Güacara y Valencia. La gente es mucho más cordial, mucho menos agresiva, y los conductores abusan menos con el volumen de música dentro de la unidad, las cuales, de paso, se notan mucho más cuidadas y limpias. Y lo más importante, no llevan sobrecarga de pasajeros. El recorrido fué el siguiente:
8:oo a.m. Salida desde el centro de Punto Fijo (mercado).
8:15 a.m. Redoma de Judibana.
8:19 a.m. Paso por el frente de la avícola "El Taparo".
8:36 a.m. Paso por el pintoresco pueblo de Moruy.
8:41 a.m. Güacurebo.
8:45 a.m. Paraguaná de Antaño, hato "El chuchube".
8:47 a.m. Buena Vista.
8:57 a.m. Pueblo Nuevo.
Hasta este punto era el destino de la buseta donde veníamos desde Punto Fijo. Nos bajamos e investigamos un poco si había transporte hacia El Vínculo. En vista de que no hay, tomamos un taxi para que nos llevara al hato San Francisco.
9: oo a.m. Salida desde Pueblo Nuevo.
9: 37 a.m. Llegada al hato de San Francisco.


Fuimos muy bien recibidos por todos, especialmente a María Josefina y a Raquel, a quienes no habían visto más desde que se alojaron en Judibana. Nos obsequiaron bocados ligeros y frutas, mientras se esperaba la hora del eclipse. Todos lo equipos estaban meticulosamente preparados, acordonados por una gran cinta amarilla para evitar tropiezos de observadores ajenos al grupo, que ya empezaban a llegar, o de chivos realengos de la comarca.
Regina me comentó que el día anterior, muy poco después de haberme ido, una comisión de Defensa Civil había visitado el campamento, para cerciorarse de que yo estaba bien, sin nuevos contratiempos, y ponerse a la orden de todos. Todo el grupo quedó gratamente impresionado por el gesto de estos ejemplares servidores públicos, y en señal de agradecimiento, les obsequiaron folletos, mapas, fotos y algunos lentes especiales para observar el eclipse sin dañarse la vista. Los franceses se llevaron muy buena imagen de la organización de defensa Civil en Venezuela, a pesar de que nuestro políticos han hecho todo para que la imagen negativa de Venezuela en el exterior sea la que predomine. Si cada quien cumple con sus deberes ciudadanos en el lugar que le corresponda, por pequeñas que sean, las cosas marcharían muy distinto al caos que vive nuestra sociedad actual. ¡Honor a los venezolanos de buena voluntad!
A mediados de las 10:oo a.m. observé a todos los integrantes científicos muy nerviosos, porque había un exceso de nubosidad poco usual, por cierto, en la zona, lo que impediría la buena observación del eclipse, y por supuesto, el fracaso de la expedición científica de estos hombres venidos de Francia. Nos sentamos en la escalinata del oratorio, Cyril, Francois y yo a esperar qué pasaría. Cyril hacía muchas anotaciones en una pequeña libreta de espiral, de portada rojo vivo, con mucho anexos de tablas numéricas, cuadros de equivalencias, desconocidos para mí, pero que él interpretaba con mucha soltura, haciendo las anotaciones en las páginas en blanco. Hablaron algunas cosas en francés entre ellos. Sin embargo, había mucha brisa en el ambiente, lo que hacía correr las nubes, pero llegaban otras. Ramón, por su parte, empezó a picar los cocos que le había obsequiado Ana, cuando pasamos por Coro. Los franceses estimaban como muy buena bebida el agua de coco.
En espera de la hora del eclipse, fuimos Mary, Raquel y yo a conocer la casa en ruinas a unos 400 metros al sur del oratorio, dentro de los mismos linderos de la hacienda. Yo me aventuré a entrar y cuando iba por la segunda habitación, me llevé susto mayúsculo con un ruido y un cogotazo suave. Instintivamente corrí varios pasos hacia adelante y me dí media vuelta para ver quién me estaba esperando detrás de la puerta. Era una bandada espantada de murciélagos que había emprendido el vuelo de huida ante el ruido provocado por mi cautelosa entrada al aposento. Pero ya se me habían quitado las ganas de seguir explorando un sitio tan lógobre y abandonado. Tomé con mucha precaución para evitar encontarme con animales ponzoñosos en su interior una concha marina pintada de azul que en un tiempo se usaría para sujetar una puerta. En casi todo el piso de arena suelta se podían observar cueros secos de culebras, rastros de tenazas de alacranes, etc., por lo que me precipité rápidamente al exterior de la casa. Regresamos al campamento y nos integramos al grupo.
Aproximadamente a las 11: oo a.m. llegaron Toté y Jaire en la camioneta de este último. Se los presenté a quienes no lo conocían. Ramón y Regina los recibieron de muy buen agrado en agradecimiento a lo que habían hecho por ellos en Coro con la camioneta accidentada.
Casi simultáneamente también llegó un grupo de turistas norteamericanos, instalándose en las inmediaciones del oratorio. Uno de ellos venía en silla de ruedas, muy bien equipada, con motor eléctrico, y con equipo manual de observación y de fotografía profesional. Nos obsequiaron a todos los presentes una muestra de sus lentes adaptados para observar el eclipse sin dañarse la retina del ojo. Los lentes son de cartón negro, con una inscripción por la parte externa central que dice "ECPLIPE SHADE", y en la patica derecha: "THE GREAT CARIBBEAN ECLIPSE, february 26 th, 1998". En la parte interna del lente, de color blanco están las instrucciones de uso en idioma francés, y en el centro, en idioma inglés: "SAFE DIRECT SOLAR VIEWING, eclipse shades TM, mig in U.S.A. by Rainbow Synphny, inc". En los espacios correspondientes para mirar está incrustado un papel aluminizado mylar ahumado negro. En este momento los franceses también sacaron sus lentes y los repartieron entre los asistentes. Igualmente son de cartón azul, por dentro y por fuera. Por fuera lleva la inscripción en idioma francés: "CIEL et ESPACE", como se llama la revista científica que ellos representaban. El papel aluminizado mylar que hace las veces de lentes es dorado por fuera y plateado por dentro. En la parte interna tiene grabada las instrucciones de uso, siempre en francés, y en centro, el fabricante: Mig by Rainbow Symphony Inc. ¡Qué coincidencia, el mismo fabricante!. Un tercer tipo de lente japonés también me llegó a mis manos, siempre de cartón, rojo por fuera, negro por dentro, patrocinado por la firma Foto Japón, con todas las inscripciones en idioma español, fabricado por la firma Sumo Graphix Ltda., en Caracas. Adicionalmente yo me había comprado dos lentes de soldador en la ferretería de Ciudad Alianza, con especificaciones 11 SCS 1 DIN, uno se lo dejé a Pino, y el otro lo cargaba conmigo. Las recomendaciones dadas por los entendidos en la materia, indican que la única manera de observar el sol directamente es mediante el uso de filtros especialmente diseñados para este propósito.
A medida que se acercaba la hora llegaban más vehículos al sitio, con música a alto volumen y cavas con hielos y bebidas alcohólicas. Pensé que podían alterar el orden y la tranquilidad que teníamos hasta el momento, pero fueron moderados en su afán de demostrar alegría y fiesta ante el acontecimiento por llegar brevemente.
Toté salió a Pueblo Nuevo en la camioneta de Jaire, acompañado por Mary y Raquel, con la finalidad comprar pan, frescos y algunas chucherías para picar en espera del eclipse.
Me encontraba detrás del oratorio con el grupo de franceses comiendo patillas, melones, piña, naranjas, cuando me llegó Juancho para informarme que habían llegado en el Jeep de Antonio José, acompañados con su primo, quienes también fueron muy aceptados por todos, una vez que se los presenté, integrándose con suma facilidad, como si se conocieran desde hace mucho tiempo.
El nerviosismo aún persistía entre todos los presente por la presencia de mucha nubosidad en el cielo. Pero de improviso, como por arte de magia, faltando media hora para empezar la función, el cielo se despejó totalmente, y todos, unísono, celebramos el fenómeno providencial. Periódicamente hacía observaciones hacia el astro sol, porque, supuestamente, la luna estaría ya muy próxima al gran astro, pero no se veía ni rastro de la misma.
La sombra o mancha de la luna solo se pudo apreciar desde el momento cuando se hizo el primer contacto, a las 12: 45 p.m. Los rayos solares son tan fuertes, que no permiten ver la luna en sí, pudiéndose observar tan solo su silueta negra. Toté aún no había llegado de Pueblo Nuevo. Pero hasta este momento no se apreciaba ningún fenómeno extraño en el ambiente. En cambio, sí se notaba una gran ansiedad, expectativa y alegría en el carácter de todos los asistentes. En esos momentos un gran rebaño de vacas pasó por el frente de la para recogerse en la vaquera. Me maravilló que si nosotros no percibíamos todavía nada, cómo los animales, con mayor percepción que nosotros los humanos, ya estaban percibiendo el cambio en la atmósfera, por instinto. Simultáneamente unos zamuros emprendieron vuelo y empezaron a volar en aire en forma circular, entre el oratorio y la casa en ruinas.
Fué tan solo, cuando la luna cubría la mitad del sol, cuando empezamos a percibir cambios en el ambiente, en primer término, los rayos solares muy amarillentos, parecido a cuando una gran quema tapa el sol y se nota el ambiente amarillento. La temperatura aún se mantenía en 30º C.
A partir de este momento el oscurecimiento general llegaba muy rápido. De pronto apareció a la derecha del sol el planeta Venus, en medio de un cielo azulado como en el atardecer de cualquier día. Por cierto, fué muy aplaudido y vitoreado por todos.
Ahora se sentía más fresco, y la alegría y la emoción de todos iba en ascenso. Oscurecía aún más. Los zamuros desaparecieron. A los lejos en el firmamento se empezaron a encender las luces de los pueblos cercanos, entrando así, a una esplendorosa noche tropical, fresca, imponente y majestuosa, porque todos sabíamos que eran las 2:oo p.m. Quince segundo más tarde, la luna tapó totalmente el sol, oscureciéndose totalmente. En esa breve noche nos pudimos contemplar unos a otros los rostros sonrientes y alegres, extrañados otros, los niños brincando, los científicos concentrados en su labor de tomar fotos unas tras otras. Noté, en medio de la oscuridad, algunos brazos erizados, no sé, si por el frío nocturno inesperado y brusco, o por la emoción de lo que observábamos. Uno de los momentos de mi vida que he sentido más cerca la presencia de Dios, fué en tales momentos. Se me vinieron a mi mente los rostros de todos los familiares no presentes en ese momento, como en una película, donde aparecía uno seguido del otro. La verdad, es que no hay palabras para describir un eclipse total de sol, y la única manera de reseñarlo minuciosamente, es vivirlo.
El eclipse total duró donde estábamos 3 minutos y 36 segundos. Se sentía frío. Los astros Venus, Saturno y Júpiter se veían con mucha precisión a simple vista, ya que durante este corto tiempo se podía observar hacia el sol, sin lentes protectores. Lo que se veía era una gran luz al rededor de la sombra negra de la luna. Los pocos carros que pasaron frente a nosotros por la carretera llevaban sus luces encendidas.
De pronto, Toté exclamó fuertemente: ¡Buenos días!, ¿Y el cafecito de la madrugada?. Todos celebramos su ocurrencia, porque ya empezaba a aclarar. A partir de ese momento todo el proceso que habíamos presenciado al comienzo, lo volvíamos a revivir, pero ahora a la inversa. Rápidamente los zamuros volvieron a alzar vuelo en el mismo sitio donde estaban anteriormente. De los árboles salieron en bandadas muchos pájaros, que por cierto, no había notado cuando se habían posado en las ramas. Sucesivamente se fueron extinguiendo los planetas visibles. El azul oscuro se aclaraba rápidamente. Nuevamente se sintió el colorido amarillento del sol. Ya para este momento Cyril no tomaba fotos hacia la bóveda celestial, sino de los rostros y reacciones de los asistentes.
Abrí un huequito con un alfiler en uno de los sobre blancos donde traía el lente de soldador, puse el otro sobre en el piso, e hice proyectar la luz solar a través del sobre perforado, y que se proyectara en el que estaba en tierra. Perfectamente se proyectaba la figura del sol en forma de media luna.
A las 3:38 p.m. la luna se desprendió totalmente del sol (cuarto contacto). En ese momento Allain sacó de una pequeña cava con hielo unas botellas de legítima champagne francesa. Durante los días anteriores los cilindros de frescos y agua mineral habían sido cuidadosamente preparados para convertirlos en copas de brindis. En esta ocasión tan especial no podía dejar de brindar con el grupo, a pesar de que posteriormente me sobrevendría mi dolor de cabeza migrañoso, como ocurría siempre que tomaba bebidas alcohólicas espumantes. Brindamos por Francia y Venezuela. Por cierto, al siguiente día no me agarró el dolor de cabeza.
Todo lo que ocurrió después fué muy rápido. Una triste despedida de todos, porque los franceses tenían su vuelo reservado en Maiquetía, al siguiente día temprano. Los de Bejuma se iban directo a su lugar de destino de hay mismo. Aly, las muchachas y yo, nos dispusimos regresar a Valencia, pero Aly me aceptó la invitación para quedarnos en Coro, en la casa de Ana, y partir al siguiente día. Todavía suenan en mis oídos las últimas palabras de Allain al despedirse, en perfecto español y con acento afrancesado: "VENEZUELA ES UN GRAN PAIS".

 Ciudad Alianza, a los siete días del mes de marzo de mil novecientos noventa y ocho (manuscrito original).
Ciudad Alianza, a los nueve día del mes de marzo de mil novecientos noventa y nueve (transcripción del manuscrito original)



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Juan Pablo Sarratud Porras



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