* Popurrí: una mezcla de pétalos de flores
y especias que, una vez secados y contenidos en un recipiente, se combinan con
la finalidad de perfumar un ambiente.
* Popurrí: por adaptación del término usado
para el popurrí de pétalos de flor, obra musical que combina o yuxtapone
diversas obras musicales uniéndolas bajo una estructura de ritmos determinada.
* Poetpurri: conjunto de fragancias inertes
que pueden ser encontradas en un glade.
* Popurrí también puede referirse a una
mezcla de distintos objetos entre sí, ej: una colección musical de temas de
distintos álbumes del mismo autor o temas de distintos autores. Su equivalente
en inglés es Medley.
* Popurrí Paulino: por adaptación del
término usado para el popurrí de pétalos de flor, obras musicales, fragancias u
objetos, se refiere al arte de combinar, mezclar y yuxtaponer distintos textos
tomados de las Epístolas del Apóstol San Pablo para unirlos bajo un esquema
estructural de temas predeterminados y relacionados con nuestras vidas
corrientes, sin alterar el sentido original del autor original, sin pretender
sustituir la Palabra
de Dios, la cual, debe seguir siendo nuestra referencia de lectura asidua,
fundamento doctrinal y modelo de nuestro quehacer diario.
EPISTOLA DE SAN PABLO
A LOS ATRIBULADOS Y AFLIGIDOS
Pablo, apóstol de
Jesucristo por la voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a todos los
atribulados y afligidos de la
Iglesia de Dios, a vosotros gracia y paz de parte de Dios,
Padre nuestro, y del Señor Jesucristo (II Cor.1, 1-2)
En mi interior tomé
la decisión de no ir otra vez con tristeza donde vosotros porque si yo os
entristezco ¿quién podría alegrarme sino el que se ha entristecido por mi
causa? Os escribí en una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas
lágrimas, no para entristeceros, sino para que conocierais el amor desbordante
que sobre todo a vosotros os tengo. (II Cor. 2, 1,2,4).
Atribulados en
todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no
abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros
cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de
Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues, aunque vivimos, nos vemos
continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también
la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte
actúa en nosotros, mas en vosotros la vida, sabiendo que quien resucitó al
Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente
con vosotros. Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban
la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios. Por eso no
desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre
interior se va renovando de día en día. En efecto, la leve tribulación de un
momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, a
cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles;
pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas (II Cor. 4, 8-18).
¡Bendito sea el
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de
toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder
nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con
que nosotros somos consolados por Dios!
Pues, así como
abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por
Cristo nuestra consolación. Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación
vuestra; si somos consolados, lo somos para el consuelo vuestro, que os hace
soportar con paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros
soportamos (II Cor. 1, 3-6). Por lo cual os
ruego no os desaniméis a causa de las tribulaciones, pues ellas son vuestra
gloria (Ef. 3, 13)
y estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la
gloria que se ha de manifestar en nosotros (Rom. 8, 18).
Por eso, tomad las
armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber
vencido todo, manteneros firmes, ¡en pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza
calzados los pies con “el Celo por el
Evangelio de la Paz ”,
embrazando siempre el escudo de la
Fe , para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos
del maligno (Ef.
6. 13-16). El nos libró de tan mortal peligro, y nos librará; en él
esperamos que nos seguirá librando (II Cor. 1,10). Tomad, también, “el yelmo de la salvación” y la espada
del Espíritu, que es la Palabra
de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu,
velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos (Ef. 6. 17-18).
Confortados con
toda fortaleza por el poder de su gloria, para toda constancia en el sufrimiento
y paciencia; dando con alegría gracias al Padre que os ha hecho aptos para
participar en la herencia de los santos en la luz. El nos libró del poder de
las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la
redención: el perdón de los pecados (Col. 1, 11-14).
Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir
como un ladrón en la noche. Cuando digan: "paz y seguridad", entonces
mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la
que está encinta; y no escaparán. Pero vosotros, hermanos, no vivís en la
oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón, pues todos vosotros sois
hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las
tinieblas. (I
Tes. 5, 1-5).Pues el mismo Dios que dijo: “de las tinieblas brille la luz”, ha
hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la
gloria de Dios que está en la faz de Cristo (II Cor. 4, 6). Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y
seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan,
de noche se embriagan. Nosotros, por el contrario, que somos del día, seamos
sobrios; “revistamos la coraza” de la
fe y de la caridad, “con el yelmo de la esperanza de salvación”. Dios no
nos ha destinado para la cólera, sino para obtener la salvación por nuestro
Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo,
vivamos juntos con él. Por esto, confortaos mutuamente y edificaos los unos a
los otros, como ya lo hacéis (I Tes. 5, 6-11).
Sabemos que si esta
tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que
es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los
cielos. Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de
nuestra habitación celeste (II Cor.5, 1-2), Pero llevamos este tesoro en
recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de
Dios y no de nosotros (II Cor. 4, 6-7). (Col. 3, 5).
(II Tim.
3, 1). Orad
constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús,
quiere de vosotros (I Tes. 5, 17-18) para que
nadie vacile en las tribulaciones (I Tes. 3, 3-4). No extingáis el Espíritu; no despreciéis las
profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno. “Absteneos de todo genero de mal”. Que El, el Dios de la paz, os
santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el
cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo (I Tes. 5, 19-23).
.
Es firme nuestra
esperanza respecto de vosotros; pues sabemos que, como sois solidarios con
nosotros en los sufrimientos, así lo seréis también en la consolación (II Cor. 1, 7).Y
es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos
ungió (II Cor.
1, 21). Bien sabéis vosotros, hermanos, que nuestra ida a vosotros
no fue estéril, sino que, después de haber padecido sufrimientos e injurias en
Filipos, como sabéis, confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de
predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas (I Tes. 2, 1-2). Consolaos, pues,
mutuamente con estas palabras (I Tes. 4, 18). Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me
avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido
de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel Día (II Tim. 1, 12). Y mi Dios
proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza,
en Cristo Jesús (Fil. 4, 19). Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos,
pues velan sobre vuestras almas como quienes han de dar cuenta de ellas, para
que lo hagan con alegría y no lamentándose, cosa que no os traería ventaja
alguna (Heb. 13,
16-17). Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo
Jesús (II Tim. 2,
3).
(II Tes.
2, 16-17).
Que El, el Señor de
la paz, os conceda la paz siempre y en todos los órdenes. El Señor sea con
todos vosotros (II
Tes. 3, 16) y (Col. 1, 11).
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