domingo, 25 de junio de 2017

KAVANARU TEI PUN (Parte III)




Represa de Kavanayen   ++   Geupo de excursionistas a la represa   ++   Turbinas generadoras de la represa.

QUINTA JORNADA

Kavanayen, sábado 16/06/2007


Después de asistir a la Santa Misa y una vez desayunados Bosco y el Padre Jesús debían continuar su trabajo de reunión y coordinación con estudiantes universitarios en la casa de usos múltiples. Por cierto, es de hacerse referencia, que Bosco trabaja duro y fuerte en sus esporádicos viajes a la Gran Sabana. En una de las cenas que la Hna. Zaida, sus aspirantes y nosotros estuvimos esperándoles al Padre Jesús y a Bosco, decidimos no esperarlos, y al siguiente día, durante el desayuno, nos enteramos que habían llegado ya muy tarde, cansados, soñolientos y con hambre, que habían entrado en puntillas al comedor para ver qué olla podían raspar a esa hora sin causar molestias a nadie, y el Padre Jesús dijo: “habemus papam”, amortiguando de esta manera y parcialmente el hambre por falta de cena. Al siguiente día, durante los amenos recuentos de anécdotas de la vida en la Misión, las hermanas comentaban que las papas preparadas con tánto  afán el día anterior habían mermado misteriosamente. Es ya algo normal dentro de la Misión de Kavanayen que despúes de la cena, y una vez limpiados los utensilios y dejado todo en orden, todo el mundo se retire a sus habitaciones aproximadamente a las 8:30 p.m., aunque no implique eso que van a dormir, porque se dedican a la lectura, a realizar trabajos personales en sus pcs., y me imagino por tratarse de un convento, que han logrado mucha facilidad para la meditación y análisis en torno a sus vidas y obras cotidianas. En lo que respecta a mi persona, me dedicaba a poner en orden mis notas, a sacar sudokus, a entrar brevemente a la solitaria Iglesia por la puerta lateral, y aproximadamente a las 11:00 p.m. me echaba una agradable y reconfortante ducha de agua tibia, me cepillaba los dientes, apagaba la luz de la habitación y le dejaba la llave pegada a la puerta por fuera para que Bosco pudiera entrar sin tocar, pero ni me enteraba la hora en la cual llegaba. Luis, por su parte, a las 8:30 p.m. ya estaba “piando”, rendido y embojotado.

Empezaba un día en el cual Magdyell, Luis y mi persona nos hallábamos solos, sin nada qué hacer, porque todo el resto del personal se dedicaba a la preparación de la celebración del día del padre, pero estábamos ansiosos de realizar una pequeña excursión exploratoria cerca de la Misión. En el zaguán, donde están los teléfonos públicos, se suelen reunir jóvenes y adultos, sea para conversar entre ellos, sea para hacer cola y llamar por teléfono, lo cierto es que se trata de un centro de reunión muy popular, donde se hallaban varios jóvenes que habían venido a su catequesis de confirmación, pero que había sido suspendida para dar paso a los ensayos de la actividad del domingo. Invité a uno de ellos a realizar una pequeña excursión, pero el muchacho manifestaba recelo, pena y desconfianza ante un extraño como mi persona. Insistí con unas de las jóvenes quienes manifestaban menos temor, eran más extrovertidas, pero sin embargo, no se atrevían de buenas a primeras a acompañarnos. Entonces recurrí a Magdyell para que de mujer a mujer las convenciera, lo que dio sus resultados de inmediato. Finalmente se logró formar un pequeño grupo integrado por Tairí, Coraima, Silvia, Angela y Vicente (estos dos últimos son primos). Silvia era la más expresiva, alegre y divertida del grupo. Cuando nos presentábamos dijo que se llamaba “Katiuska”, y por supuesto me lo creí, pero finalmente, cuando se identificó con su verdadero nombre, la vacilé durante todo el recorrido llamándola siempre “Katiuska”, hasta tal punto, que casi al término del viaje una vez la llamé por su verdadero nombre y no me respondió.

Partimos en dirección a la represa de Kavanayen formada por aguas del río Apacairao a una distancia aproximada de 5 km y medio, en terreno plano, via al este, tardándonos más o menos una horaen llegar. Algunos metros antes de tocar la ribera de la represa se encuentra un pequeño atajo para bajar al fondo del cañón por donde se alivia la represa a unos 150 m o 200 m de profundidad, donde se hallan las turbinas generadoras de electricidad para toda Kavanayen. Esta microcentral es la más antigua (1957) de la zona, posee una turbina Francis de fabricación Suiza, que transforma la caída nominal de 44 mts., con un caudal de 0,35 mts3/seg., en 110 kw de potencia [1] Adicionalmente, mediante un eficiente sistema de bombeo operado con la misma electricidad generada allí, se surte de agua a todo el poblado. Vicente y yo bajamos solos a conocer las turbinas, mientras el resto del grupo se dirigía directamente a la represa. Vicente, quien ya había entrado en confiaqnza conmigo,

 
Infraestructuras de la represa: canales aliviaderos,  tubería de agua, transformadores y compuerta.

espontáneamente me pidió que le pasara mi maletín con la cámara, trípode, largavista, botiquin de primeros auxilios, para llevarlo él, puesto que el trecho que seguíamos era muy escarpado y resbaladizo. Ya abajo, sacamos varias fotos de las turbinas y de sus adyacencias e instalaciones complementarias, regresando prontamente a unirnos con el resto del grupo.
Ya con todo el grupo presente en la represa, aún así, nos sentíamos dispersos por las dimensiones del lugar. Magdyell y las muchachas habían cruzado una pequeña corriente al borde de la represa para bañarse en el propio pozo adyacente al muro de contención. Yo también traté de cruzarlo descalzo, pero me resbalé y fuí a tener al piso de piedra, sin sufrir ningún daño físico que lamentar, por lo que decidí a quedarme a esperarlas. Mientras tanto, Vicente había remolcado una pequeña canoa y paseaban con ella por el medio de la laguna. Realmente es impresionante la vista de la represa de aguas tranquilas y azuladas con la silueta del Sororopan al fondo. Una vez que tomamos fotos en grupo iniciamos el camino de retorno a la Misión, y en la primera explanada que alcanzamos, hicimos un círculo entrelazados de las manos, danzando, dando vuelta, cantando los pemones en su lengua materna, de donde lográbamos entender que aludían a nuestros nombres en español. Finalmente, hicimos una pequeña oración comunitaria dando gracias a Dios por tan maravillosa naturaleza que teníamos el privilegio de disfrutarla. De ahí en adelante el retorno lo hicimos muy silenciosamente. En un recodo Vicente nos ordenó a quienes íbamos en ese momento en su compñía, que nos agacháramos y nos mantuviéramos en estricto silencio, así lo hicimos sin comprender el porqué, pero a los breves momentos siguientes nos dábamos cuenta muy sorprendidos e impresionados que un enjambre de abejas pasaba por encima de nuestras cabezas causando el escalofriante zumbido que caracteriza el vuelo masivo de dichos insectos en dirección a unos arbustos, de donde desaparecieron inmediatamente para nuestra tranquilidad. Vicente, como buen pemón, había percibido en su agudo oido al ejambre de abejas mucho antes de que llegaran cerca de nosotros, al tanto que yo las había sentido solamente cuando ya estaban encima de nuestras cabezas. En este momento fue cuando me di cuenta de la importancia  de la recomendación que se suele hacer a los extraños del lugar para que cualquier salida o excursión se haga acompañados por personas conocedoras del lugar.
Ya prácticamente habíamos llegado Tairí y yo a las afueras de Kavanayen, cuando me dí cuenta que habíamos caminado muy rápidamente, y el resto del grupo venía demasiado atrás, sin que nisiquiera se les pudiera divisar, por lo que decidimos sentarnos en un murito

Fiesta juvenil de las internas para celebrar el cumpleaños de una de ellas.


a esperar el resto de la comitiva. Para este momento me sentía perfectamente bien, incluso, esperaba la llegada de todos para brindarles una cervecita o fresquecitos, y en ese mismo instante, preparé la cámara para tomarle una foto de perfil a Tairí porque olía la fragancia de una flor silvestre de color morada y naranja, muy parecida al mismo tiempo a una oriquídea y a un riqui riqui, y al fondo la silueta de Sororopan, pero cambió de posición y se me escapó la oportunidad de tomar una excelente foto. Todavía mis pensamientos me llevaban a lamentarme de no haber podido sacar la fotografía, cuando, estaban llegando Magdyell con sus dos acompañantes, y súbitamente, sin síntomas previos, me empecé a sentir muy mal, con ansias, mareo, mirada borrosa y en blanco, y cuando pasaron todos esos malestares, supe por Magdyell que por muy breves segundos había perdido el sentido, y que si ella no hubiera estado a mi lado, me hubiera caido del muro. Cuando me dí cuenta de la situación busqué en el bolsillo la caja chica que habíamos formado y se la entregué a ella para que dispusiera de todo. De inmediato Magdyell mandó a comprar un refresco y a llamar a Bosco con las muchachas, y en breves segundos ya me ponía a hacer ejercicios respiratorios, pero persistían las ganas de vomitar, por lo que no tomé mucho fresco. No habían pasado ni 6 minutos cuando llegó Bosco, pero ya todo estaba controlado, y la preocupación ahora era por Luis quien aún no había llegado, por lo que decían: “si Juan Pablo se desmayó, Luis habrá muerto y a quien ya le corrspondía auxiliarlo sería al Padre Jesús y no a Bosco.” Bosco, al percatarse de que ya me había pasado el mal, siguió su ruta en busca de Luis que ya casi llegaba muy despeacio, en perfectas condiciones. Todos llegamos en el carro a la Misión en medio de la gran chanza de lo acontecido, nos duchamos, cambiamos de ropa y fuimos al comedor donde nos esperaba un reparador almuerzo. El resto de la tarde lo dedicamos al reposo y al descanso. Yo por mi parte, continué con mi labor de tomar notas en la sala de lectura con los libros que tenía apartados.
Como todos los días que permanecimos en la Misión, a las 6:oo p.m. asistimos al Santo Rosario en la Iglesia y posteriormente cenamos con la comunidad de las religiosas.
Posteriormente tuvimos el privilegio de participar en una pequeña fiesta juvenil de las internas para celebrar el cumpleaños de una de ellas. Todas las asistentes, incluso las aspirantes, esperaban ansiosamente la presencia de los postulantes, pero estos nunca llegaron porque no obtuvieron la debida autorización de su superior, lo que no impidió que las niñas perdieran el entusiasmo para danzar, bailar, tomar frescos y comer torta, como


Toda la comunidad de Kavanayen congregó de manera espontánea a celebrar el día del padre.

pocas veces tienen oportunidad en su rutinaria vida. Esa noche la calma y la tranquilidad llegaron más tarde que los otros días ordinarios.



SEXTA JORNADA

Kavanayen, domingo 17/06/2007


Como algo muy especial, la Santa Misa se celebra los domingos a las 7:oo a.m. y casi todos los miembros de la comunidad, por tan simple hecho, ya sienten que se trata de un día especial y distinto al resto de los días de la semana, porque ya iniciaron el día quedándose un rato más en la cama y porque no le esperan los duros oficios de limpieza y manteniemiento a que dan lugar de lunes a sábado.
Cuando en mi caso, desperté aproximadamente a las 5:30 a.m., una de las primeras cosas que se me vino a la mente fue el hecho de sentir que por primera vez pasaba esa festividad fuera de mi hogar a unos cuantos cientos de km de distancia, sin embargo, todo lo que estaba conociendo bien valía la pena, porque no todos los días del padre se presentan la oportunidad de estar en estrecho contacto con la Gran Sabana.
Posterior a la Santa Misa y el desayuno, Bosco continuaba su trabajo con los universitarios, Luis aún se estaba recuperando de la faena del día anterior, y Magdyell andaba para arriba y abajo con sus panitas internas. Yo, por mi parte, subí nuevamente a la sala de lectura y de estar de los postulantes, donde me disponía a continuar con las anotaciones que venía tomando de los libros prestados. Hojeando un libro marrón, viejo, con páginas sueltas pero completas titulado “Franciscanos Capuchinos en Venezuela, 1891-1966”, sin un autor específico porque fue redactado por la comunidad OFM en calidad de una memoria y cuenta de la labor de los capuchinos en toda Venezuela, enriquecidos con muchas imágenes y comentarios. En la página 18 observé una foto pequeña en blanco y negro azulado, como todas, en la que figuraban miembros de la tercera orden franciscana de Las Mercedes en Caracas. A simple vista era muy difícil detallar la foto, en virtud de lo cual, bajé de inmediato a mi habitación para buscar la lupa, y cuál no fue mi alegría, cuando le puse la lupa a ducha foto, distinguía muy claramente a mi papá. Así pues, a primeras horas del día del padre, mi papá me hacía el mejor regalo que podía darme ese día. El resto de la mañana


Capilla íntima de los postulantes

me tomó todo el tiempo para lograr tomar una foto digitalizada de la imagen del libro. Cuando aplicaba el zoom se deformaba la imagen, cuando la tomaba en su misma escala no se distinguía nada, y de esta manera por ensayo y error, tomando fotos y borrándolas, hasta que coloqué la lupa sobre la lente de la cámara y obtuve lo que deseaba: una foto de mi papá, donde se distinguiera su figura sin deformaciones de pixeles.
Después del almuerzo nos dirigimos a la plaza y a la casa de usos múltiples, donde prácticamente toda la comunidad de Kavanayen se había congregado de manera espontánea a celebrar el día del padre. Como había afirmado anteriormente, desde días antes toda la comunidad se integra para los preparativos de la celebración del día. Desde muy temprano habían isado la bandera frente a la fachada de la Misión, asistido a la Santa Misa y realizado encuentros amistosos de futbolito en la plaza.
Hacia el mediodía se congregaron en la casa de usos múltiples donde todos los asistentes consumieron suficientes fuentes de platos típicos preparados entre todos en abundancia y calidad, destacándose la bebida del kachirí, la cual, es la bebida fermentada más difundida entre los pemones, preparada a base de un puré de yuca amarga y masticada, de maíz,  de bananos, de casabe, de achiriyek (raiz roja) y guarapo de caña, todos los cuales, se cocinan durante todo un día completo. Los elementos que la integran pueden cambiar, dando origen a otras denominaciones, tales como: tamá, paiwa, parawa y muchos más. Esta bebida es refrescante y alimenticia, que los niños se acostumbran a beber desde pequeños. Nunca falta en las casas ni en las fiestas.
Después de este gran almuerzo comunitario tenían organizado el acto cultural de los estudiantes de primaria y secundaria meticulosamente preparado durante los días anteriores, en el cual se destacaban las danzas, los bailes, cantos, juegos de salón, etc. En uno de los juegos prácticamente fuí obligado a participar. Consistía en que al participante, siempre un padre entre los asistentes, le vendaban los ojos, le daban vuelta y lo acercaban a la figura de un venado sin sus cachos  y sin su rabo puesta sobre una mesita, a fin de que le colocara o los cachos, o el rabo en el sitio exacto. Sin mucha dificultad, guiándome por el contorno de la figura de cartón, logré colocar los cachos en su sitio correspondiente en la cabeza, entre sus dos orejas. A pesar de que no veía en absoluto, algunos asistentes opinaban o que estaba viendo, o que la muchacha guiadora me estaba ayudando. En virtud de que a los ganadores le otorgaban un premio, me lo entregaron en medio de fuertes aplausos de todos los expectadores. Aproveché el momento para tomar el micrófono, para saludar a la concurrencia, en especial a los padres, me presenté como huesped amigo y con la debida


La cotidianidad de los estudiantes en la Misión de Kavanayen.

autorización del moderador del acto, le regalé el premio a uno de los padres, entre los asistentes, el más anciano amparentemente, gesto que fue muy bien aceptado por él y la concurrencia en general. Nos invitaron a un baile típico y reservado que realizaban en una capilla cerca del aeropuerto, pero en vista de que Magdyell no quería ir por la abundancia de transeúntes mareados por efectos de las ligas de kachirí y cerceza, nos retiramos al edificio de la Misión.
Ya al caer de la tarde Bosco nos fue a buscar para recibir y presentarnos a la “Madre Superiora de la Comunidad, Directora del Colegio y de la ETAK, Defensora y Propulsora de los Derechos y Proyectos de Desarrollo Endógeno de las Etnias Indígenas de la Gran Sabana[2], en una palabra, la Hna. Deysi. Nos hallábamos presentes, la Hna. Zaida, las aspirantes, buen número de internas, Bosco, Magdyell y yo, porque Luis se había retrasado en su obligada siesta vespertina. La Hna. Deysi llevaba ya unos cuantos días en Ciudad Bolívar tratando infructuosamente de aclarar las múltiples planillas y situaciones adminsitrativas ante el Ministerio de Educación en torno al Colegio de la Misión, como así mismo, aprovechando de adquirir las provisiones necesarias para el mantenimiento del centro docente, cada día, más escasos y caros. Llegaba acompañada de la Hna. Aurora, adscrita al Asilo de Ancianos de San Vicente en Ciudad Bolívar, de la Sra. Matilde y de la aspirante Katerin. De una vez, se dieron la tarea entre las internas de llevar en “fila india” las variadas provisiones a su destino, cuando en ese preciso momento, se incorporaba Luis al grupo de bienvenida, estregándose los párpados y preguntando inocentemente: “¿Es usted, la señora suplidora?”, pregunta esta que provocó de inmediato la risa colectiva de los presentes y las miradas cruzadas de admiración e interrtogación entre Magdyell y mi persona. Luis, al verse comprometido ante la inesperada y justificada reacción del colectivo, empezó a disculparse ante la Hna. Deysi, explicando que durante el día había atendido a una llamada telefónica en la que le preguntaban por la “señora suplidora” de la cooperativa, y él, de buena fé y aún soñoliento, pensaba que estaba llegando la señora suplidora y bajando del carro las provisiones, pero nunca pensó de que se trataba de la “Madre Superiora”. De todas maneras, con todas las excusas que buscara Luis, el equívoco y cándido error ya se había cometido, y sería a partir de ese momento en adelante, tema


Vistas de los alrededores de la Misión. A la derecha: Oficinas de la CVG y helipuerto.

central para animar y alegrar las consuetudinarias tertulias dentro de la Misión que le dan un saborcito de alegría, bienestar y camaradería a la vida dentro del recinto, aparte de un especial afecto y cariño que se ganó Luis de parte de las hermanas. Por su parte, Luis se dió cuenta de que todo era en broma y manifestaciones de aprecio hacia su persona, por lo cual, nunca lo tomaba mal.
El fin del día prosiguió y terminó según la rutina de todos los días: a las 6:oo p.m. el rezo del Santo Rosario en la Iglesia, seguidamente la cena de la comunidad, y a partir de ese momento, como por arte de magia, casi todos o todos los residentes de la Misión desaparecen de los pasillos, encendiéndose entonces, las luces de todas las habitaciones ocupadas hasta altas horas de la noche. Al cerrarse las puertas que dan hacia el exterior de la Misión alrededor de las 9:oo p.m., un respetuoso silencio invade todos los rincones del edificio, y aún cuando uno no crea en el mito del “kanaima”, nuestros pensamientos nos llevan a ver el recorrido de su imagen fantasiosa por todos los penumbrosos pasillos y salas de la Misión, y en compensación, las tenues luces de las lámparas que señalan la presencia de Jesús Sacramentado en la Iglesia y en las capillas privadas, infunden la paz, tranquilidad y  sosiego necesarias para un buen y fortaleciente sueño al final de una jornada y en la antesala del inicio de la siguiente.


SÉPTIMA JORNADA

Kavanayen, lunes 18/06/2007


Hoy comenzaba una nueva jornada laboral y habitual en la Misión de Kavanayen, retornando así a todas las actividades normales, después de transitar por un fin de semana excepcional y agetreado por la festividad del Sdo. Corazón de Jesús, el cumpleaños de una de las internas y el día del padre.
La Hna. Deysi dedicó toda la mañana a reunirse con su personal docente y administrativo para dar cumplimiento a las innumerables y complicadas directrices emanadas del


Aspectos de labores habituales en la Misión de Kavanayen.

Ministerio de Educación, y para actualizarse de la situación del Colegio durante los días de su ausencia.
Bosco y la Hna. Zaida continuaban arduamente en el trabajo de maquillaje de la tesis de grado de dicha hermana. Luis descansaba en la habitación. Magdyell paseaba sola por los pasillos, por los alrededores de la Misión y se enlazaba a internet en el infocentro. Yo continué mis ya acostumbradas anotaciones en la sala de lectura de los postulantes, y al final de la mañana de mirigí a las oficinas administrativas de la ETAK, donde reproduje algunas fotocopias que me interesaban.
Finalizado el almuerzo en la comunidad de las hermanas me dediqué a trabajar un rato en el infocentro de Kavanayen, logrando conectarme y pasar por correo electrónico algunas de las fotos seleccionadas, y además, vacié todas las imágenes de la cámara, pasándolas a mi pen drive. En toda la región de la Gran Sabana no ha llegado el sistema de trasnmisión de datos por via de fibra óptica combinada con el satélite, sino que se sigue utilizando el único recurso del que se dispone del sistema de transmisión satelital, por lo que la internet es demasiado lenta y pesada, lo que se acentúa en tiempos de lluvia y nubosidad, como lo eran los días que permanecimos en Kavanayen.. Por tales razones no logré pasar más fotos durante el trayecto restante.
A media tarde llegó Magdyell a donde yo me hallaba trabajando en el infocentro para informarme que la Hna. Mary Carmen nos estaba esperando en la casa de su hermana Rosario para que jugáramos unas partiditas de dominó. La Hna. Mary Carmen es pionera entre los pemones en consagrarse a la vida religiosa. Ella misma cuenta que cuando se trasladó el convento de Luepa a Kavanayen era aún una niña muy pequeña y desde entonces era aspirante a la congregación. Más tarde profesó sus votos perpetuos, llegó a constituirse en superiora de la Comunidad, y en la actualidad está al servicio del internado con tareas suaves, propias y adeacuadas a su edad, representando un verdadero símbolo de modelo y respeto a las generaciones de relevo, tanto las religiosas como las pemonas, mostrando constantemente su rostro risueño y contando miles de anécdotas vividas durante su larga trayectoria de religiosa. Al llegar a la acogedora casita ya estaba la mesa de dominó preparada para iniciar el torneito. Formaron pareja la Hna. Mary Carmen y Magdyell contra la Sra. Rosario y mi persona. El resultado fue desastroso para nosotros que no vimos luz, y hasta un zapato nos dieron, pero todo lo cual, no fue motivo para que nos divirtiéramos espléndidamente porque la Hna. Mary Carmen y Rosario son apasionadas de los juegos de mesa. Cada vez que la hermana hacía pasar a mi compañera, yo le decía que


Muro típico en las construcciones de Kavanayen     +++   Plano   ++    Cazadores pemones.

estaba faltando a la caridad y que tendría que confesarse, a lo que ella le causaba tanta risa que casi se caía hacia atrás, a no ser por el muro a su espalda que la protegía de la caída. Entre delicioso cafecito vespertino, bromas y ocurrencias fueron transcurriendo las manos, hasta que se oyó a los lejos el repique de las campanas de la Iglesia llamando al Santo Rosario, momento en el cual, la Hna. Mary Carmen mandó a buscar a un sobrino para que nos llevara en su carro a Magdyell y  a mi a la Misión.
Una vez finalizado el rezo del Santo Rosario en la Iglesia, tuvimos una cena muy agradable con la nota especial de la compañía del Padre Jesús. Los dimes y diretes en forma de chanzas dan un toque especial a la vivencia del padre y de las hermanas, girando siempre en torno a los acontecimientos risibles del día. Sin que nadie lo manifestara, reinaba sin embargo, un toque de nostalgia en el ambiente porque al día siguiente, a primera hora, partiríamos a Santa Elena de Uairén, y ya formábamos parte de la comunidad, habíamos pasado momentos sumamente agradables, habíamos sido objeto de una epecial hospitalidad de parte de todos y habíamos vivido una inmensa experiencia en pocos días como pocas personas han tenido la oportunidad de hacerlo.
En las siguientes líneas desarrollaré en orden las notas recopiladas apresuradamente, sin ningún rigor de investigación científica, sino simplemente, con la única intención de satisfacer mi curiosidad personal en conocer y honrar la misión espiritual profundamente impregnada de lo humano que han realizado y siguen realizando muchos apóstoles desconocidos al entregarse al servicio de Dios a través de la asistencia al pueblo de Dios congregado en las profundidades de la Gran Sabana.



ANOTACIONES HISTORICAS DE LA MISION DE KAVANAYEN


Con la Bula pontificia “Quoties Romani Pontifices” del Papa Pio XI el 04/03/1922 se creó el Vicariato Apostólico del Caroní [3], con una superficie aproximada de 147.000 km² que

Mons.Nistal, primer Vicario ++ HH Franciscanas pioneras del Alto Caroní ++ Mons. J. A.Guerrero C, actual Vicario.
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abarcaba El Delta del Orinoco, La Gran Sabana y La Paragua, con su sede en la ciudad de Upata. Más tarde, el 30/07/1954 la Sagrada Congregación de Propaganda Fide decretó la creación del Vicariato de Tucupita, desmembrado del Vicariato del Caroní, reduciéndose así la extensión geográfica de este último a 80.409 Km², y teniendo como sede la ciudad de Santa Elena de Uairén. La Misión de Kavanayen esta adscrita a este Vicariato.

Deade entonces, los vicarios apostólicos han sido:
1)      Mons. Diego Alonso Nistal, antes Fray Bieveni de Carucedo (1924).
2)      Mons. Constantino Gómez Villa (1938).
3)      Mons. Mariano Gutiérrez Salazar(1968).
4)      Mons. Santiago Pérez (1993).
5)      Mons. Jesús Alfonzo Guerrero Contreras, actualmente en ejercicio (1996).

Centros misionales emblemáticos:
Araguaimujo (1925).
Santa Elena de Wairen (1931).

Centros misionales sucedáneos:
Upata, Guasipati, El Palmar, San Felix, El Callao y Tumeremo.

Centros misionales en la década del 40:
Guayo (1943) y Kavanayen (1942).

Centros misionales en la década del 50:
Kamarata (1954), Wonken (1957), Urimán (1956) y La Paragua (1957).

En la cartelera de la entrada principal al sector reservado para las HH Franciscanas se puede ver el siguiente cuadro de honor a los fundadores (fotografías de 1930):
Padres: Benigno, Tirso, Eulogio, Máximo, Fraile: Roberto.
Hermanas: Consuelo, Celina, Magdalena, Ana, Clara, Celina T., Elisa y Mercedes.

En la Iglesia de Santa Teresita se conservan algunos de los restos mortales de los frailes fundadores.

Para el año de 1937 operaba normalmente la Misión de San Francisco de Luepa cerca de la quebrada de Luepa, afluente del río Apanwao, en las proximidades de lo que hoy día es el aeropuerto de Luepa, y en cuyo lugar, aún se conservan sus ruinas. Debido a la pobreza del terreno este centro misional no podía contar con un desarrollo agrícola próspero y fecundo, en virtud de lo cual, se empezó a pensar en cambiar la sede de dicho centro.
Durante el año de 1942 el P. Cesáreo de Armellada y el P. Victor de Carbajal recorrieron las sabanas de Kavanayen con la intención de buscar una nueva ubicación de la Misión de Luepa, y a principios del siguiente año, después de muchas consideraciones y análisis por parte de la comunidad religiosa, ya se estaba demarcando el terreno para señalizar las áreas correspondientes al edificio de la Misión, al aeropuerto y a las primeras viviendas en la misma meseta de Kavanayen, mientras tanto, los sacrificados frailes vivían en un improvisado rancho. Despacio, pero con pasos firmes y seguros, se iniciaron las labores de construcción de los distintos edificios bajo la supervisión de los dos mismos misioneros mencionados. Las paredes originalmente eran de adobes crudos, las columnas estructurales de madera, el piso de tierra y el techo de paja. La madera se extraía del maparutei muy abundante en el valle de Pakairau. Finalmente las obras lograron alcanzar habitabilidad adecuada, y se decidió trasladar la comunidad de Luepa para Kavanayen el 23/06/1943, víspera de la festividad de Corpus Christy, con la intención de dar inicio operacional a la Misión al día siguiente, el propio día de Corpus Christy. Fue así, como salió la Hna. Consuelo acompañada de sus pequeñas internas con la intención de llegar ese mismo día a Kavanayen, pero el mal, tiempo, las dificultades del camino y la composición de un grupo heterogéneo de pequeñas niñas, impidieron la llegada ese mismo día, viéndose obligadas a acampar la noche en Pakairau, y de paso, dejar a los padres de la misión preocupados. No muy temprano para dar tiempo al arribo de religiosas e internas, el día 24 de Junio, estaban dispuestos a iniciar la celebración de la Santa Misa los padres, con la preocupación y tristeza de que no llegaba la Hna. Consuelo, cuando de pronto la preocupación se transformó en alegría, porque en ese mismo instante llegaba la comitiva de religiosas a incorporarse a la celebración eucarística, dando de esta manera, oficialmente constituida la Misión de Kavanayen el día 24/06/1943. Por cierto nos relataba la Hna. Mary Carmen que ella siendo niña venía en ese mismo viaje en calidad de interna y se recordaba con mucha impresión de las llagas que se le formaron a la Hna. Consuelo en sus pies durante tan penoso viaje. A partir de entonces nunca se ha dejado de mantener y perfeccionar la obra iniciada por los padres Armellada y Carbajal.

Los pioneros misioneros y misioneras se dedicaron fundamentalmente a su labor evangelizadora

Proveniente de Castilla, España, el Padre Provincial de la OFM, Agustín de Corniero, llegó a Kavanayen en una gira de visita pastoral a principios del año de 1945. El día cinco de enero bendijo y colocó la primera piedra del Santuario Nacional de Santa Teresita, con unos cimientos de planta que medían 30m x 50m, utilizando piedras extraídas de la quebrada Tekparú, con la asistencia de maestros albañiles venezolanos, españoles y portugueses. Se cavó en la cabecera de la misma quebrada un aljibe, y se levantó un molino de viento para bombear agua a los tanques de almacenamiento de la Misión.
Para el año de 1947 se reemplazó el camino original de acceso a la meseta de Kavanayen, que estaba constituido por una tortuosa via en zig-zag a lo largo del borde de un farallón perpendicular, por una carreterita plana y de tierra, abierta a pico y pala por el medio de la sabana. Ese año la familia Berrizbeita colaboró económicamente en todos los trabajos que se ejecutaban para el momento, bajo la condición de que en la Iglesia de la Misión se expusiera el Santísimo un día al mes.
En todo lo que quedaba por finalizar la década del 40 los misioneros se dedicaron fundamentalmente a su labor evangelizadora en toda la comarca, sin dejar de lado nunca las reformas y mejoras, no solo del edificio e iglesia centrales de la comunidad, sino que pusieron empeño en crear una cultura urbanística entre los pemones que se iban acercando al centro. Fue así como lograron que ninguna de las construcciones edificadas en Kavanayen rompiera con la arquitectura generalizada en la región. La evolución arquitectónica fue pasando sucesivamente de las simples churuatas sin paredes, piso de tierra, columnas de madera y techo de paja, a las construcciones de paredes con bahareque, piso de tierra, techos de zinc, elementos tales, que más tarde fueron a su vez sustituidos por las paredes de piedra y cemento, pisos de cemento en planta baja y de madera en la planta alta, techos de zinc forrados internamente por chapas de madera, tal cual como hoy día se pueden observar. Las casas residenciales son “de piedra, al igual que los edificios misionales. Son de una sola planta, con cuatro habitaciones, un pasillo, cocina adosada en la parte exterior. El techo es de planchas de zinc sobre madera, piso de cemento[4].  Los capitanes pemones han sido muy estricto con estas observancias, no permitiendo ninguna construcción que se salga de dichos parámetros. Las edificaciones públicas, como la casa presidencial, el edificio administrativo de la CVG y los laboratorios de la ETAK se han ceñido muy rigurosamente a este esquema.

Vistas del Ptarri-tepuy y del Turepon-tepuy desde la Misión de Kavanayen.

El P. Victor de Carbajal proseguía en su afán de perfeccionar las cosas empezadas, y con mucho tesón y paciencia, se dedicó a la planificación del suministro seguro y garantizado permanentemente de agua y electricidad tanto para la misión como para las construcciones civiles que se levantaban. Se apoyó en sus frecuentes excursiones por la zona para la selección de una represea de agua, se asesoró con destacados profesionales especializados en la materia en estrecha colaboración con la obra de los misioneros en Caracas y  otras ciudades, aprovechó al máximo las esporádicas visitas de científicos y exploradores para consultarles, y solicitó directamente a través del Ministerio de Justicia el asesoramiento adecuado a las autoridades oficiales encargadas de supervisar los proyectos hidroeléctrico. Fue así, como el 03/03/1947 se iniciaron los trabajos de la represa de Kavanayen en una laguna natural que forma el rio Pakairau ([2]) en la boca donde se forma el salto de Pakvená.

Una vez entrada la década de los 50 se empezaron a cosechar los primeros frutos de tan ardua y penosa labor. Para el 03/11/1950, Mons. Constantino Gómez Villa, en calidad de vicario del Caroní para ese momento, bendijo solemnemente el Santuario de Sta. Teresita. A los pocos meses siguientes, el 15/07/1951, se inauguraba oficial y solemnemente el Santuario con la asistencia del Nuncio Apostólico acreditado en Venezuela, Mons. Aramando Lombardi, del Obispo de Ciudad Bolívar, Mons. Juan José Bernal, los gobernadores de Caracas y del Estado Bolívar, y por supuesto y los más importantes, todos los misioneros y misioneras con todo su personal encomendado a su guia espiritual y material.
Para el 09/09/1955 se lograron hacer las primeras pruebas para el uso de la electricidad en las instalaciones de la Misión, con un tendido de postes de madera para la transmisión de la electricidad desde el generador de la represa hasta la Misión, pero en una de las tanteas tormentas propias de la zona, un rayo las quemó y destruyó casi en su totalidad, en vista de lo cual, fué preciso reeplanzarlas por un nuevo tendido, esta vez de postes de hierro. Adicionalmente, se tendió la tubería de agua que transportaría el precioso líquido vital para todos los habitantes del centro misional y de la población, mediante un sistema de bombeo eléctrico. Por fin, con fecha 07/10/1955, Mons. Constantino Gómez Villa bendijo todo el

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complejo, constituyendo de esta manera, el primer centro generador de energía eléctrica a partir de la fuerza originada por el agua represada. 
Como notas curiosas se tiene el accidente sufrido por el P. Bienvenido de Villacidago, quien en el año de 1956 se hallaba extrayendo piedras por medio de cinco mechas de dinamita en una cantera local para ser usadas en los frecuentes y contínuos trabajos de refacción de la Misión, cuando creyendo que habían estallado todos los cilindros, se acercó al sitio de la explosión, y en ese instante, estalló la última que quedaba. Inmediatamente el fraile saltó por los aires, con sus hábitos desgajados, con muchas hemorragias sangrientas, pero al ser inmediatamente atendido, enviado por avión a Ciudad Bolívar, al mes siguiente continuaba sus labores habituales como si nada hubiera acontecido. La otra nota curiosa que se recoge en los anales y crónicas de Kavanayen está referida a un tal “kanaima” llamado Juan Fermín, a quien por el año de 1958 se le tenía por asesino sin pruebas contundentes, pero que de todas formas, la guardia nacional lo buscaba en repuesta a las contínuas denuncias que se hacían en su contra. Juan Fermín solicitó asilo en el convento, le fue debidamente acordado y al enterarse las autoridades civiles lo fueron a buscar en la Misión para llevarlo preso a Ciudad Bolívar, pero los misioneros hicieron valer su derecho de asilo, haciéndolo permanecer en sus instalaciones, con trabajos a favor de la comunidad y no perdiendo ocasión para catequizarlo y llevarlo a un buen vivir. En cierta ocasión se evadió de su asilo providencial para echarse unos traguitos, pero lamentablemente, las autoridades le apresaron y lo llevaron a Ciudad Bolívar. De inmediato el supeior de la Misión se trasladó a la capital del estado, y alegando las faltas de pruebas para mantenerlo encerrado, se lo trajo nuevamente a los claustros de la Misión.

Hasta aquí comparto las notas recopiladas durante mi estadía en la grandiosa Misión de Kavanayen. Ya en mi nocturna ducha, antes de acostarme, mis pensamientos me llevaban con profunda impresión a las grandes aventuras y peligros que habían pasado los misioneros pioneros para levantar todo ese mundo espiritual y material: Mons. Nistal a punto de ahogarse atravesando el Apanwao, el P. Eulogio con fiebre de paludismo en medio de la selva, las hermanas religiosas picadas por nube de plagas nocturnas, en fin, hombres y mujeres sacudiendo sus alforjas para verificar que no tuvieran alacranes, y yo, en ese preciso momento, dándome una grata ducha de agua tibia, protegido con mosquiteros de la plaga y sin preocupación alguna de bichos ponzochozos. ¿Qué tal?








[1] Otras microcentrales de la zona: Kamarata: puesta en servicio en 1962; Wonken: instalada en 1983; San Ignacio y San Francisco de Yuruaní: inauguradas en 1988; La Ciudadela: instalada en 1988.
[2] Título conferido por el Padre Jesús, incluso en reuniones formales ante autoridades civiles del Ministerio de Educación, docentes o padres y representantes, mediante el cual, logra jugarse con la Superiora de las HH Franciscanas, y que la Hna. Deysi rechaza sistemáticamente.
[3] El Vicariato Apostólico es una jurisdicción eclesiástica donde se ejerce la evangelización de la Iglesia Católica en favor de aquellas poblaciones donde predominan las etnias aborígenes de la región. Es regido por un Obispo consagrado (Vicario), representante del Papa, ayudado por sus sacerdotes misioneros y religiosas misioneras.

ticamente.
[4] 80 Años sembrando Evangelio, por Mons. Mariano Gutiérrez Salazar, pag 43, Volumen II.
[5] El rio Pakairau nace en el cerro Imoraden, al noreste de Kavanayen, y desemboca en el rio Mowak, el cual a su vez, desemboca en el rio de primer orden Akaruai, afluente del rio Caroní.









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